jueves, octubre 22, 2009

EL ROMPIMIENTO ARELLANO-ZAMBADA

Me hubiera gustado verlos, vivieron tan cerca de mi casa y oficinas. Pero entonces, 1980, 1990, eran más discretos; no tenían tanto poder, pero iban camino a lograrlo. Sin embargo, no se le hizo a mis ojos, nadie les tomó una foto; hasta donde sé, “El Mayo” Zambada, Joaquín “El Chapo” Guzmán y los Arellano eran agua para café: todos vivían en Tijuana unidos bajo la recomendación de Miguel Ángel Félix Gallardo. Entonces, Jesús Labra Avilés conoció por razones familiares a los Arellano; le cayeron muy bien, obtuvo el beneplácito del capo prisionero para ir heredándoles la plaza de Tijuana; y así fue como crecieron en el narcotráfico.

He oído y leído por lo menos una docena de versiones sobre el fin de amistad y sociedad, cada quien la cuenta según se la dicen o la inventan. Otras narraciones de plano se desparraman en el terreno de la imaginación. Algunas se hundieron irremediablemente en la exageración.

“El Mayo” disfrutó en Tijuana tranquilidad y libertad, tan es así que nunca se le ubicó oficialmente en la frontera. Todo mundo lo hacía en Sinaloa, pero su lugar de operación más importante era la frontera. “Todos han vivido porque Dios es muy grande, pero el diablo le respiró sobre la nuca a Ramón y así le pasará a todos”, me dijo un veterano del narcotráfico luego del fatal episodio de Mazatlán; sentenció: “Para vivir, necesitan matar. Es la ley. Tarde o temprano les tocará”.

Originalmente estaba muy claro el trato: los Arellano heredaron Tijuana de Labra con la autorización de Félix Gallardo. “El Chapo” y “El Mayo” debían pagar comisión si querían utilizar el paso de droga por esa frontera. Viviendo allí. Zambada lo hizo cuantas veces quiso y en la cantidad que pudo; nadie le impidió pasar, pero Benjamín le llevó la cuenta. Los números fueron creciendo hasta que un día, palabras más palabras menos, dijo a Ramón: “Zambada ya nos debe veinte millones de dólares”. Era 1992.

Le cobraron; reconoció: debo, pero no tengo. Se la pasaron un día, pasaron otros, aumentó la cifra. Para entonces quedó muy claro a los Arellano: trae mercancía, la pasa en nuestras narices, la vende; ¿y cómo no tiene dinero? Seguramente Ramón dijo “nos está viendo la cara”; y atrabancado como siempre, llamó a Lino Quintana, a Pedro y Juvenal. En su residencia del fraccionamiento Las Palmas de Tijuana les dio la orden: “Busquen al ‘Mayo’, no le digan nada, mátenlo; y si va con otros, también”. Benjamín se quedó sorprendido, las referencias son claras; no quería esa revancha, mejor buscar un arreglo; pero Ramón insistió hasta salirse con la suya. “¡Mátenlo!”

Ni siquiera avisaron a Jesús Labra como padrino que era de ellos; tampoco le enviaron un mensaje a Félix Gallardo para buscar una negociación; nada. Fue la primera vez que los Arellano tomaron una decisión tan grave: el rompimiento.

De las palabras a los hechos: Juvenal, Pedro y Lino Quintana salieron tras “El Mayo”; iban en un auto por la avenida Las Palmas de Tijuana. Vino lo increíble; se cruzaron carro a carro con Zambada. Rápidamente, Pedro insistió en perseguirlo y acabarlo, Juvenal se opuso, le dijo que había muchas personas y autos en ese momento, que sería un escándalo; lo mejor, sugirió, sería seguirle los pasos, esperarlo hasta en la noche, nada de testigos, en su auto o al entrar a su casa.

Pero no; se hicieron de palabras. Pedro iba manejando y amenazó a su compañero: “Te voy a ch…”; el otro contestó velozmente: “¡Sobres!”; pero al mismo tiempo sacó su pistola; como en la película Pulp Fiction, le disparó a la cabeza. Pedro cayó sobre el volante; sin control, el vehículo se estrelló contra la tapia de una residencia, Quintana avisó por celular a Ramón; y Arellano inmediatamente llamó a la Policía Judicial. Los policías llegaron al sitio del accidente, cambiaron todo y no apareció en los partes oficiales ningún allegado al cártel. Sin embargo, “El Mayo” Zambada se salvó de morir por un pleito entre los pistoleros arellanescos.

Fue un fracaso la operación ordenada por Ramón, pero no se escandalizó cuando Benjamín les bajó los humos. Los Arellano, al contrario de los resultados, no se emberrincharon; convocaron inmediatamente al “Consejo de Jefes”; era una especie de tribunal donde se decidían los asuntos más importantes del cártel; allí también se votaba a quién matar por cualquiera de tres motivos: desleal, incumplido con el dinero o enemigo. Originalmente Ramón “se brincó” esa autoridad, pero Benjamín le hizo ver la necesidad de tomarlo en cuenta; no quería indisciplinas. Así fue y llamaron a los “consejeros”.

Arturo Everardo “Kitty” Páez era integrante clave del famoso “Consejo de Jefes”; nunca tuvo pinta de malandrín, vestía bien, sin lujos pero de calidad, nada estrafalario; como dicen por a’i, siempre bien planchadito, no encorbatado ni enjoyado, nada de ostentaciones, camisa de manga larga si era preciso, pero siempre corta durante el verano; le gustaban las de cuadros, pantalón tipo Docker’s y zapatos cómodos, finos, caros. Solamente una vez estuve cerca de él y ni cuenta se dio; a primera vista parecía lampiño, cutis delicado y un poco chapoteado; la boca chica y nariz recta; sus cejas se pronuncian hacia abajo y eso le da un rasgo medio oriental. Cuando le vi, tenía pinta de universitario, como pasante de leyes o de medicina, tijuanense de pies a cabeza; entonces no tenía cuerpo atlético, pero sí correoso sin llegar a la flaquencia. Lo miré más o menos unos quince minutos, se movía sin alharacas; al contrario, buenos modales; aparte del español mastica el inglés con buena pronunciación.

Me imagino que si en otros cárteles existía un “Consejo de Jefes”, ninguno debió tener alguien tan joven. Aparte, “El Kitty” resaltaba sin presumirlo; tenía un excelente trato con Ramón, de muy camaradas; con una distinción personal: logró retirar de la drogadicción al cuñado de Benjamín Arellano, Jorge Aski Ortiz Corona. Tenía 16 años y es medio hermano de Norma Ruth, esposa del capo, detenido por el Ejército el 9 de marzo en Puebla. Existe una anécdota: a Jorge no lo soportaban en su casa; le escamoteaban los dólares para comprar droga; a propósito se la dejaban “escondida” en los jarrones. En la familia existió entonces la suposición de “dinero llama dinero”. Páez convirtió a Jorge en narcotraficante consumado, por eso tenía más cercanía que, por el compadrazgo, se afianzó con Benjamín.

Arturo Everardo “Kitty” Páez sabía perfectamente cómo funcionaba el “Consejo de Jefes”. Precisamente propuso y obtuvo la aprobación en noviembre de 1993 para ordenar la ejecución del licenciado Lamberto Brambila Zavala; dispuso que los sicarios tijuanenses lo acribillaran cuando viajaba recién salió de su casa en un Mercedes Benz; llevaba a su hija y a su sirvienta en el asiento trasero y no les hicieron nada; esto reúne fundamento para la hipótesis de que en ese conjunto asesino estuvieron Fabián Martínez “El Tiburón”, Merardo León, Rodolfo Martínez Valdez y Fabián Reyes Partida.

Tres años luego, Páez logró la autorización del “consejo” para secuestrar y matar al joven tijuanense Marco Antonio Fernández Margáin en el Distrito Federal. Era nieto e hijo de relevantes empresarios tijuanenses; el joven estaba en la discoteca La Llorona del Distrito Federal el 8 de mayo de 1996; lo acompañaban varios herederos de sobresalientes empresarios de Baja California; ninguno hizo comentarios al regresar de la Ciudad de México; pistoleros interceptaron el vehículo donde viajaba Marco Antonio con sus amigos, los sicarios solamente llamaron a Fernández; se lo llevaron, luego lo torturaron hasta ahorcarlo y destrozar parte de su cráneo a batazos, con la finalidad de hacer creer que hombres de “El Mayo” Zambada lo habían matado, pues ése es su “sistema”. El cuerpo de Fernández fue “encobijado”, atado de pies y cuello y lo tiraron en los rumbos de Perisur del Distrito Federal.

Originalmente se solicitó un rescate de diez millones de dólares; el motivo fue que un pariente de Fernández denunció a la policía la ubicación de los domicilios de varios jóvenes asociados al cártel; esto les causó gran molestia. La PGR cateó las residencias causando sobresalto a los familiares. Había el plan de cobrar el rescate y dejar libre al joven tijuanense, pero Páez supo que la familia solicitó el auxilio de la policía estadounidense y entonces recibió aprobación para matarlo y deshacerse del cadáver. Jamás hubo acusación formal contra los autores material e intelectual de los crímenes; en ese tiempo fue cuando más sobornos recibía la Policía Judicial del Estado, directamente del cártel Arellano Félix.

“El “Consejo de Jefes” estaba muy bien organizado; sólido. Jesús Labra, “Don Chuy”, era el de mayor edad en el grupo, guía y consejero. Si se le calificara en términos artísticos o deportivos, se llamaría “el descubridor” de los Arellano, por eso fundador del cártel, lejos de la violencia y sin perder la influencia, sin muchos estudios pero con ojo de tino para los negocios; manejaba los dólares con harta lucidez, nada de gastalón en lujos, mejor en terrenos; llegó a tener inmobiliaria y puso a su hermano a manejarla; le dio lo que él no tuvo: estudios, abogado.

Otro consejero era Amado Cruz Anguiano; aparecía como un próspero hombre de empresa, pero no podía borrar su pasado: fue agente de la Dirección Federal de Seguridad. De la noche a la mañana resultó propietario de grúas al servicio oficial, un elegante restaurante, Viviana’s, de refinada cocina y hasta un periódico, Al Día. Por su relampagueante prosperidad todo mundo suponía su liga con el narcotráfico, pero no se le podía comprobar. Era vecino en el fraccionamiento donde está ZETA; le encantaba encaramarse en su moto y rodarla entre los cerros, también aficionado al golf y los buenos automóviles, vestía bien. Me sorprendió cuando primeramente lo encarcelaron por líos fiscales; salió libre tras un corto tiempo; regresó a sus actividades empresariales, siempre apegado a su familia. Luego fue capturado por militares en relación con el cártel Arellano Félix. Tengo copias de actas oficiales donde se le señala como un jefe más del famoso consejo.

Ismael Higuera “El Mayel” era otro. No lo conocí personalmente, solamente me hicieron llegar fotos tomadas en diferentes épocas; pero hasta el momento no sé de otro como él para recibir y distribuir droga. Dicho en términos de la mafia, un efectivo “bajador” por aquello de localizar y estar en el lugar preciso a la hora del aterrizaje con la droga. “El Mayel” contrastaba con “El Kitty” Páez, “Chuy” Labra y Amado Cruz; no vestía bien, era como Juan Charrasqueado, el del viejo corrido mexicano: borracho, pendenciero y jugador; aunque a las mujeres bonitas no se las robaba, en cambio sí acumulaba esas flores. Manuel Herrera Galindo “El Caballo” hizo méritos suficientes para ingresar al “Consejo de Jefes”; un experto operador de droga, hábil en los negocios, regenteador de importantes empresas, listo.

Tal vez algún día nos cuenten todos ellos o alguno, con detalles, aquel inolvidable día de 1990 cuando el “Consejo de Jefes” se reunió tras el fracaso en la ejecución de “El Mayo” Zambada en Tijuana. Todos estaban sentados en hilera, como si les fueran a sacar una foto escolar, de gabinete o recién graduados, muy formales bajo el techo de una casa en el fraccionamiento Las Palmas de Tijuana; frente a ellos y de pie, Juvenal, que recién había matado a Pedro, el sicario que insistió en asesinar a “El Mayo”.

Como si fuera juicio sumario lo interrogaron y explicó todo; al terminar Benjamín preguntó a sus compañeros: “¿Quién saca la cara por él?”, nadie abrió la boca. El mismo Arellano hizo una seña a Lino Quintana, que estaba detrás de Juvenal; desenfundó su .38 y le disparó a la nuca sin darle tiempo a defensa verbal ni física. Se derrumbó; en el piso, Lino soltó el tiro de gracia. La voluntad del “Consejo de Jefes” se cumplió.

Y con eso, quedó muy claro en aquel grupo: “El Mayo” Zambada dejó de ser socio; ya no le cobraron ni pagó los veinte millones de dólares. Desde entonces se le declaró enemigo, no tenía perdón. Desde entonces Ramón ofreció a sus pistoleros un millón de dólares y una tonelada de mariguana a quien lo matara; la oferta se hizo a sicarios de San Diego, California, y de Sinaloa principalmente. En fin, ésa fue la causa del rompimiento Zambada-Arellano, no hubo otra.

FUENTE: ZETATIJUANA.COM

3 comentarios:

Unknown dijo...

mi padre fie el juvenal

Unknown dijo...

lo unico que puedo desir mi apa no lo ubieran matado ahi como;dise oh como;dice el kity paez en su bersion mi apa lo ubieran dejado vivir ramon estubiera vivo omi padrino benjamin estubiera libre ya que mi padre erA el mejor pistolero que como ramon asian y desasian si alguien conosio ami padre yo soy su ijo y amigo del que conosio ami padre saludos atte el juve jr

Unknown dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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