martes, octubre 20, 2009

MUERTE DE EDGAR GUZMAN


La sangre aún estaba húmeda en el suelo cuando llegaron los reporteros. Un penetrante olor a pólvora, como a fuegos artificiales, rondaba el estacionamiento del supermercado la noche del 8 de mayo. Édgar Guzmán corrió, pero los sicarios que iban en tres camionetas le dispararon más de 300 tiros en forma de abanico, a diez metros de distancia. Ni un disparo salió del lado del hijo de El Chapo y de los otros tres que iban con él, y que también murieron masacrados.

El lugar donde ocurrió todo está a diez minutos del Palacio de Gobierno de Sinaloa. Atrás de las camionetas a las que iban a subirse, un taller de automóviles arropó buena parte de los disparos y el bazucazo con el que los sicarios acabaron su faena. Las dos cámaras de seguridad del negocio grabaron la balacera. En las imágenes sólo se ve un resplandor y se oye una tormenta de balas que parece nunca acabar.

Los trabajadores del taller apenas se habían ido una media hora antes, después de hacer trabajos de alineación y balanceo todo el día. Hoy trabajan entre orificios de bala y el techo del Auto Center Guzmán aún está dañado por el bazucazo que dejó un hoyo de 50 centímetros. En el estacionamiento, justo donde cayó Édgar Guzmán, hay dos veladoras encendidas. Muy pequeñas y modestas.

Los periódicos locales no querían dar la noticia de la muerte del hijo de El Chapo Guzmán. Uno de los dos más vendidos en la ciudad, el periódico Noroeste la dio dos días después atribuyéndola a agencias informativas del Distrito Federal.

En los días anteriores habían aparecido tres mantas con los siguientes mensajes: “Soy el jefe de la plaza”, “Soldaditos de plomo, federales de paja, aquí el territorio es de Arturo Beltrán”. La otra decía: “Policías-soldados, para que les quede claro, El Mochomo sigue pesando. Atte. Arturo Beltrán”.


LA MUERTE DE EDGAR GUZMAN

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