martes, diciembre 29, 2009

INFILTRACIONES DEL CAF

Para el teniente coronel Julián Leizaola Pérez, secretario de Seguridad Pública Municipal, el cártel de Tijuana sigue activo y disputa la plaza con el cártel de Sinaloa, grupos de Michoacán y del Golfo.

En entrevista con Proceso, dice que en Baja California, y en particular en Tijuana, sólo cuenta con el apoyo del Ejército y reconoce que la Federación requiere hacer "un mayor trabajo especializado y de inteligencia" para poder detener a las principales cabezas del narcotráfico: Teodoro García Simental y Luis Fernando Sánchez Arellano.

Leizaola Pérez ha logrado evadir planes para ser asesinado por el narcotráfico en los dos años que lleva al frente del cargo y afirma que cuando tomo posesión se enfrentó a una situación caótica, pues toda la policía, con excepción de unos cuantos, estaban al servicio del crimen organizado.

Explica que en los 11 distritos de Tijuana se encontró personal ocupando los mismos cargos desde hace 20 años, sin capacitación y abiertamente ligados a la delincuencia.

Reconoce que no llegó ciego a Tijuana: ya había fungido como director de la Policía Estatal Preventiva y tenía información de la contaminación de la policía tijuanense: "Cuando llegué el problema estaba agravado y el panorama era deprimente, caótico. Tenía que trabajar con una policía infiltrada por grupos delictivos, y no sólo de narcotráfico, sino de criminalidad de bajo y alto nivel… de todo.

"Era un mosaico. Las mafias estaban bien definidas dentro de la propia policía. Polleros, narcotráfico, extorsionadores, secuestradores… todo estaba bien organizado dentro de la corporación. Había una delincuencia desatada en la ciudad, con mucha impunidad. No digo que toda la policía haya estado totalmente involucrada, pero esa corrupción tan arraigada impedía actuar a los buenos elementos porque se veían acotados y amenazados de muerte por hacer su trabajo."

–¿Cómo se infiltró el narco en la policía y cómo explica usted que este municipio haya podido ser gobernado con una estructura policiaca que más bien era una extensión del cártel de Tijuana?

–Cuando la delincuencia iba a llevar a cabo una actividad, les hablaban a sus contactos aquí adentro, que estaban a niveles muy altos, como directores y subdirectores, y les ordenaban que movieran unidades y que limpiaran zonas para que ellos desarrollaran su trabajo sin contratiempos.

"En otras ocasiones, detenían a algún delincuente de poca monta, algún cristalero o trapero, de esos que rompen los vidrios de los carros para robar, y cuando los policías detenían los delincuentes les decían: 'No me puedes tocar, yo trabajo para tal persona'. El policía, al verlo todo sucio, no daba crédito, pero a los dos minutos ya le estaban hablando a su teléfono para que lo soltara. Y lo tenía que dejar en libertad, pues de lo contrario la amenaza se cumplía."

Ante la descomposición, explica Leizaola, "lo primero que tuve que hacer fue depurar a la corporación para contar con policías, porque no teníamos con qué enfrentar a nadie".

En dos años de gobierno han sido destituidos 478 servidores públicos, entre directores, subdirectores, comandantes y agentes, "por sus nexos con la delincuencia", y 100 de ellos están procesados a nivel federal.

–Entonces, ¿por qué la criminalidad sigue siendo el principal problema de Tijuana?

–Lo seguirá siendo porque sucedió que la delincuencia organizada cobijó a la delincuencia común, la atrajo a su ambiente. Por eso le decía yo que no podíamos detener a un trapero, porque ya trabajaba para alguien más. La situación delictiva de Tijuana era una sola, no había delincuencia de alto impacto y común.

Los cambios que Leizaola efectuó al interior de la policía de Tijuana derivaron en enfrentamientos y muertes. En dos años han sido ejecutados 42 agentes, 28 de ellos en 2009. En distintos puntos de la ciudad aparecían los policías ejecutados y al lado de sus cuerpos sobresalían mensajes dirigidos al secretario de Seguridad Pública. "Si no nos dejan trabajar, mataremos a un policía cada hora", le decían.

De mayo a agosto de 2009 se respiró un ambiente de tranquilidad en Tijuana, pero fue efímero. La organización de Sánchez Arellano había puesto en su lugar al Teo, su rival, y a su compadre Raydel López Uriarte, El Muletas, a quienes se les achacan decenas de muertes, desapariciones y secuestros.

El choque de estos grupos antagónicos inundó de nuevo la ciudad de sangre y de mensajes: "Aquí está tu gente, Ingeniero (así le dicen a Sánchez Arellano), voy por ti", decía una cartulina colocada sobre 12 cadáveres.

El militar retirado reconoce que el cártel de Tijuana sigue muy activo y que la lucha por la plaza continuará mientras el gobierno federal no se aplique con un trabajo de inteligencia más eficaz que destruya a los cárteles.


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