Ramiro Ramírez llegó sin ser llamado. Estaba terminando 1992. Se apersonó con Ramón Arellano Félix. Sin mucho argüende le hizo una oferta: Tres millones de dólares a cambio de matar al sinaloense “Mayo” Zambada. Seguramente el escucha le preguntó: “¿Tú solo o con quién más?”. La respuesta fue sorprendente: Un equipo de mercenarios lo haría. No se trataba de gatilleros mafiosos. No. Ex soldados norteamericanos. Entrenados para matar. Veteranos de la guerra. No conocidos en México y por eso tampoco entre mafiosos. Nunca dijo Ramírez si utilizarían bazuka, rifle de alta precisión, bomba o le apuñalarían. Pero eso sí garantizaba: “El Mayo” terminará en el camposanto. Y aseguró: “Este grupo puede matar a cualquier persona en cualquier parte del mundo”.
Ramón escuchó a Ramírez. Siendo tan atrabancado y desconfiado fue raro: En casos iguales o parecidos hubiera disparado hasta matarlo. Pero debió ser mucha labia y convencimiento. Arellano Félix terminó la primera plática con un “déjame verlo y te aviso”. Por eso buscó a su hermano Benjamín y le contó. Tuvieron otras reuniones. Invitaron a David Corona Barrón “El C.H.”, su entonces pistolero estelar. También Everardo Arturo “El Kitty” Páez. Joven ligado a las familias pudientes de Tijuana. Cerebrito financiero. Con casona en Estados Unidos y otra en la frontera. Así fueron varias juntas para tratar sólo este asunto. Y la verdad no sé cómo se convencieron. Tenían a quienes podían viajar de San Diego o Tijuana a Sinaloa. Podrían matar a “El Mayo”. Pero seguramente sin el plan de los mercenarios. Tal vez por eso Ramón, Benjamín, Corona y Páez se decidieron. Su comentario definitivo fue: Ramírez puede hacerlo. Ya se habían enterado: El grupo de mercenarios es legítimo y no cuento.
Llamaron a Ramírez para cerrar el trato. Pero como en las películas. El matón pidió a los narcotraficantes millón y medio de dólares como anticipo. Lo demás luego de matar a Zambada. Así empezando 93 sellaron trato. Aquel representante de mercenarios recibió el adelanto. Fue en una de las oficinas de Ramón en Tijuana. Pero el tal Ramírez y sus especialistas no mataron luego luego a Zambada. Se desapareció. Pasó enero y febrero. Nada. De repente Ramírez se dejó ver. Les explicó sobre las dificultades. “No es tan fácil”. Aseguró haber gastado mucho dinero. Y fue entonces cuando pidió el otro millón y medio de dólares para poder cumplir. Advirtió: De saber lo dificultoso desde un principio hubieran cobrado más. Insistió: “El Mayo” no se dejaba ver tan fácilmente y nunca permanecía en el mismo sitio. Aparte de sus pistoleros muchas personas lo protegían. Desde vecinos hasta desconocidos. Otra vez debió ser mucha labia de Ramírez para engatusar a los Arellano. Fue increíble. Le soltaron otro millón y medio de dólares. Al contado.
Como dice la canción: “Pero el tiempo pasó, el invierno llegó…” y Ramírez se fue como el mayate: Con todo y el hilo. Así terminó 1993, siguieron los años y no se vio nada claro. Por eso a los Arellano les colmó la paciencia. En 1996 decidieron buscarlo para matarlo. Ramón preguntó a Páez si sabía dónde vivía el estafador. Convenenciero le dijo “no”. Pero este joven debía saberlo. Aparte de los amores en Tijuana con damitas de la llamada alta sociedad, tuvo gran romance con la esposa de Ramírez. Para esas alturas el hombre de los tres millones de dólares desapareció de Tijuana. El día menos pensado agarró tiliches y mujer. Se fue a vivir a Chula Vista, una pequeña ciudad californiana. Apenas a 15 minutos de la frontera con Tijuana. Lo sorprendente: Conocido como un mercenario y narcotraficante nunca la policía norteamericana le hizo nada. Ni modo de no conocerlo. Benjamín la malició: Trabajaba para los gringos.
Los Arellano olvidaron a “El Mayo” Zambada. Querían matar al tal Ramírez pero ya. Por eso en febrero del 97 mandaron llamar a su pistolero estrella: David Corona Barrón “El CH”. Primero le preguntaron si sabía dónde vivía tal estafador y el sicario respondió: “Estoy trabajando en eso y no me tomará mucho tiempo”. Así pasó. Pero con muy mala suerte. Dieron con él. Mandaron a pistoleros de Tijuana para matarlo en Estados Unidos. Pero uno de ellos se avorazó. No esperó a tenerlo cerca. De lejos disparó sin atinarle. Eso le abrió un hueco a Ramírez y pudo escaparse. Corona Barrón, fiel a los Arellano, les llamó por radio. “Mis hombres la cagaron y se fugó”. Nunca más lo volvieron a ver. Una semana después Benjamín estaba en su casa de Estados Unidos. Llegó Everardo “Kitty” Páez y le preguntó si no sabía nada de Ramírez. La respuesta fue “nada más he oído de él”. Y Arellano contestó “Lástima que fallaron. Ya sabe que lo andamos buscando. Será peor para él. Vivirá mirando hacia atrás por donde quiera que vaya”. Y así hasta la fecha. Solamente sé que en una Corte de San Diego, California, tienen una foto del fraudeador. Pero “inexplicablemente” no lo han encontrado.
Todo esto no es un invento. Aparece en la declaración jurada de Everardo “El Kitty” Páez ante el Tribunal de Distrito de Estados Unidos del Sur de California. Se trata de la causa penal 97cr2520-K. Páginas 1485-1489. Es apenas uno de muchos capítulos donde Páez puso al descubierto hartos detalles no conocidos del Cártel Arellano Félix. Esto lo hizo cuando fue extraditado desde el penal de “
Lo curioso de todo esto: Benjamín Arellano vive prisionero en “
David Corona Barrón murió en emboscada a personal de ZETA. Un tiro de sus propios gatilleros pegó en el pavimento. Rebotó. Le entró al ojo derecho. Y Everardo “Kitty” Páez se esfumó. Pero como dijo Benjamín sobre Ramírez: “Peor para él. Vivirá mirando hacia atrás por donde quiera que vaya”. Ah. Y “El Mayo” Zambada sigue vivo y libre.
FUENTE: ZETATIJUANA.COM
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