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domingo, noviembre 29, 2009

J. JOSE BLANCORNELAS

Originario de San Luis Potosí, donde nació el 13 de noviembre de 1936, se avecindó en Baja California en 1968, trabajó como reportero y directivo en periódicos, entre ellos El Imparcial de Hermosillo, La Voz de la Frontera, Noticias y El Mexicano. Escribió también los libros El cártel, Pasaste a mi lado y Crónica de una infamia.

En 1977 fundó el periódico ABC y en 1980 creó el semanario Zeta, junto con Héctor Félix, El Gato.

Durante su carrera recibió numerosos reconocimientos tanto en México como en el extranjero, así como el Premio Nacional de Periodismo por su valentía y su trayectoria periodística.

El comunicador se distinguió por sus combativas crónicas e investigaciones periodísticas sobre el narcotráfico y según sus propias palabras, todavía pensaba entrevistarse con Enedina Arellano Félix, a quien suponía nueva "líder" del cártel, para preguntarle por qué trataban de matarlo sus hermanos.

En septiembre de 2002 Blancornelas declaró a Efe "a mí no me van a matar los narcotraficantes, yo voy a morir cuando quiera", y lo ha hecho cuatro días antes del noveno aniversario del atentado que sufrió.

En febrero de este año nombró como directores del Semanario a los periodistas César René Blanco Villalón (su hijo) y Adela Navarro.

Profundo conocedor del cártel de Tijuana y de las relaciones entre los cárteles mexicanos, Blancornelas nunca dejó de escribir solo o con otros periodistas sobre el tráfico de drogas en México.

Entre sus libros destacan "El cártel" (2002), "Horas Extra" (2003) y "En estado de alerta" (2005), todos ellos de la editorial Plaza & Janés, del grupo Random House-Mondadori.

Fundador del prestigioso semanario "Zeta" en 1980 en los últimos años tuvo que suspender algunas presentaciones de sus libros para evitar correr riesgos y se vio obligado por la misma razón a conceder ruedas de prensa por videoconferencias

SU MUERTE

El periodista potosino, J. Jesús Blancornelas, falleció en el Hospital del Prado de Tijuana, donde recibía tratamiento por una dolencia crónica que lo afectó durante los últimos meses.

Mediante un comunicado, la oficina del semanario Zeta, publicación de la que fue fundador, informó que el periodista falleció a las 3:30 horas. Indicó que a J. Jesús Blancornelas le sobreviven su esposa, Genoveva Villalón de Blanco, y sus hijos Jesús Blanco, Ramón Tomás y César René Blanco Villalón.

Agregó que al frente del semanario Zeta de Baja California, desde febrero de 2006, se encuentran en la dirección general los periodistas César René Blanco Villalón y Adela Navarro Bello.

Blancornelas, que murió por una larga enfermedad, estuvo amenazado de muerte por narcotraficantes desde el 27 de noviembre de 1997, cuando fue víctima de un atentado organizado por narcotraficantes en el que murió su guardaespaldas, Luis Valero.

FUENTE: Lasnoticiasmexico.com


MAS DE JESUS BLANCORNELAS


LOS TUCANES DE TIJUANA-JESUS BLANCORNELAS

BLANCORNELAS: UNA VIDA DE ENCIERRO

Víctima del cáncer que lo aquejaba desde hace años, Jesús Blancornelas, quien murió hoy en un hospital de Tijuana, concedió, el 22 de octubre pasado, una entrevista a Proceso. Este es el texto:

Jesús Blancornelas, el editor del semanario Zeta, sortea la vida en medio del encierro a que lo obligaron sus males físicos y que lo orillaron, también, a dejar la dirección de ese proyecto editorial que fundó en abril de 1980. Ahora se dedica a leer y escuchar noticiarios sin prisa, no deja de hacer anotaciones y se encuentra trabajando en dos investigaciones que espera terminar en 2007.

A sus 70 años de edad --51 de ellos dedicados al periodismo--, este investigador sobre temas de narcotráfico decidió retirarse de la dirección de Zeta abatido por el cansancio, por una enfermedad que lo aqueja desde hace varios años y por los golpes emocionales que le asestaron los asesinatos de sus principales colaboradores --Héctor El Gato Félix Miranda y José Francisco Ortiz Franco, el 20 de abril de 1988 y el 22 de junio de 2004,

respectivamente--, que aún siguen impunes.

En septiembre de 2005, todavía lastimado por el crimen de Ortiz Franco --perpetrado por presuntos miembros del cártel de Tijuana--, sus médicos le prohibieron a Blancornelas escribir y le recomendaron evitar tensiones mayores. “Es mejor que se retire”, le sugirieron luego de un chequeo.

“Al principio me resistía a separarme de Zeta”, cuenta el propio periodista --había ejercido allí su oficio con pasión durante más de dos décadas--. Pero se resignó. Y, consciente de que sus 70 años “ya son muchos”, decidió poner el semanario en las manos de dos colaboradores suyos: Adela Navarro y René Blanco, quienes en unos cuantos meses --dice-- lo han sorprendido: no sólo han aumentado la circulación, sino que han incorporado más secciones. Pero lo mejor, enfatiza, es que “la línea editorial de Zeta no ha cambiado”.

Ahora, desde su retiro, Blancornelas hace un repaso de su dedicación al periodismo y de la última empresa que dirigió. Reconoce que la falta de estructura en el semanario, así como su renuencia a tener secretaria y otros apoyos, tuvieron un alto costo humano. Y es que él resolvía todos los problemas de la empresa: la nómina, los accidentes de los reporteros y la falta de gasolina en los vehículos, además de escribir y quedarse cada semana a cuidar la edición hasta el cierre…

Cuenta: “A veces estaba escribiendo y dejaba el texto por atender una emergencia de algún reportero. Pero llegó el momento en que me harté y dije: se acabó. Para entonces físicamente yo ya estaba muy mal. Y es que yo quería hacer todo, no supe delegar. Siempre fui así y todo esto repercutió en mi salud. Debo ser consciente de mi edad y de mi realidad”.

--El retiro de la dirección de Zeta, ¿es un retiro del periodismo? --se pregunta a Blancornelas.

--No. Dejé el periódico, no el periodismo. Me estoy dando un descanso porque estaba muy agotado. El ajetreo me estaba volviendo muy neurasténico y los médicos me recomendaron que no escribiera. Entonces me calmé. Ahorita no estoy escribiendo nada. Sólo hago apuntes. Creo que volveré a escribir a principios del año entrante. No es que le esté yo haciendo al mártir, pero sí me pesaron mucho las muertes de mis compañeros. Repercutieron mucho en mi familia el ataque que sufrí, los crímenes de mis amigos y las tensiones, porque todavía me siguen vigilando. Lo peor es que no tengo libertad para decir: quiero ir a un restaurante, quiero ir a esta parte. No puedo.

Tras el atentado que sufrió en noviembre de 1997, perpetrado por sicarios del cártel de Tijuana, Jesús Blancornelas vive cercado por una decena de militares que lo protegen. Se mueve en un carro blindado y, prácticamente, vive encerrado. Desde entonces hasta septiembre de 2005 --cuando se produjo su retiro--, su libertad se reducía a las paredes de su casa y al encierro en el periódico, adonde llegaba a las 11 de la mañana para retirarse por la noche.

En ese lapso dejó de acudir a lugares públicos, y desaparecieron las charlas en el café con los amigos y las idas al cine. La vida lo privó de la libertad hasta de acudir a un parque a caminar y a respirar aire puro. Nada de eso puede hacer hasta la fecha. Sólo una vez al año acude a la iglesia --y lo hace escoltado--, y el resto del tiempo se la pasa en su casa, donde lee periódicos, ve películas, toma notas y descansa.

La vida diaria

--¿Cómo vive Jesús Blancornelas, el ser humano, no el periodista?

--Me la paso en casa. No salgo a nada. Para venir a la entrevista tuve que avisarle a mi escolta desde el día anterior. Ya llevo varios años así. Todo esto ha aumentado mi ansiedad, ha alterado mi situación y mi estado de ánimo.

--Lleva siete años en este encierro casi monacal. ¿Su vida ganó o perdió sentido? ¿Cuál es su experiencia en estos años de encierro y de lucha interior?

--Por un lado ganó. Sé que todavía hay contratos vigentes (por parte del cártel de Tijuana) para asesinarme. Algunos informantes de las fuerzas de seguridad han descubierto que hay un ofrecimiento de 250 mil dólares por asesinarme. Por eso mi escolta es indispensable. Ellos deciden a qué hora salgo y por cuáles rutas. Si voy al doctor, se meten hasta el consultorio. Por ese lado tengo tranquilidad. La familia también, pero por otro lado esta vida a veces está llena de desesperación porque no puedo salir. Me ha costado muchísimo trabajo. Ahora tengo dos problemas: para salir tengo que obtener el permiso de los doctores y del Ejército. Ya es mucho. Tengo 70 años y ya es bastante.

Pese a su visible debilidad física, Blancornelas no puede vencer la inclinación de sus crispados nervios, que lo incitan a leer periódicos y otros impresos, así como a escuchar y ver noticias. Todo el día se mantiene informado, hasta que el cansancio lo vence.

Así es un día en su vida cotidiana:

“Me levanto temprano, desayuno, tomo mis vitaminas y leo los periódicos. Más tarde, le vuelvo a dar otra pasada a los diarios locales y leo algún libro. Me gustan mucho la revista dominical del diario español El País y Proceso. Son las únicas que leo. Por las tardes, escucho a Pepe Cárdenas y en la noche veo los noticiarios. Como no salgo, mi esposa me trae películas y a veces las veo en lugar de oír los noticiarios. Duermo un rato y me levanto a leer, otra vez a escuchar noticias, o bien salgo al doctor si tengo cita. Así es todos los días.”

--¿Y el café y los amigos? ¿Cómo vence la necesidad humana de ir a un restaurante y disfrutar del contacto con la gente?

Blancornelas se hunde en un silencio y sus pupilas se humedecen. Fija la mirada, y suelta:

--No hay tal. Para eso tengo que hacer un movimiento muy grande. Para mí todo es muy dificultoso porque la gente se queda sorprendida. Y es lógico. Para ir a un restaurante mi escolta tiene que revisar el lugar. Si me siento en una mesa con mi señora, a un lado tiene que estar mi escolta, y no es nada agradable para las personas estar cerca de gente armada. Por eso no salgo a diversiones ni a fiestas. El problema surge cuando la gente conocida te empieza a señalar, y no, no… No quiero causar problemas ni molestias. La gente del café no va a querer estar cerca de mí. Y tienen razón. Es muy incómodo todo esto.

La jefa del cártel

A pesar de su enfermedad y agotamiento físico, Jesús Blancornelas aún tiene mucho qué decir sobre el tema que más le apasiona: el narcotráfico. En enero próximo, empezará a escribir el primero de dos libros que tiene proyectados y que versarán --explica-- sobre la familia Arellano Félix y el capo Joaquín Guzmán Loera, El Chapo.

Para ahondar en la vida de los dirigentes del cártel de Tijuana, Blancornelas confiesa que busca acercarse a los Arellano Félix, en particular al personaje que más le atrae: Enedina Arellano, de quien afirma: “Ella es la jefa del cártel. Es la única mujer que encabeza la organización criminal. No hay otra”.

Dice que ya inició las gestiones para entrevistarse con Enedina y con Eduardo Arellano, pues además del interés periodístico que le despiertan ambos, también pretende aclarar si fueron ellos quienes ordenaron su ejecución en noviembre de 1997.

--La relación entre los Arellano Félix y usted no es nada sana. ¿Qué lo motiva a acercarse al seno del cártel de Tijuana?

--Quiero hablar con Enedina Arellano para preguntarle si todavía están pensando en matarme. Creo que llegó el tiempo de hablar. Los hombres más rijosos del cártel ya no están. Quiero hablar con ellos para hacer esta aclaración y también por un interés periodístico.

Blancornelas cuenta que, meses después del atentado que sufrió, investigó quién había ordenado su asesinato. Corroboró, con diversas fuentes, que había sido Ramón Arellano, molesto por la publicación de una carta en el semanario Zeta, en la que la madre de unos cómplices del capo lo acusaba de haberlos asesinado.

El periodista recuerda que la señora, afligida, llegó Zeta con una carta manuscrita y se dirigió al departamento de publicidad para preguntar por el precio de la inserción. No tenía dinero para publicarla. Entonces los empleados del periódico hablaron con Blancornelas y le expusieron el asunto.

“Me sorprendí al leer el contenido --recuerda Blancornelas--, por lo que procedí a confirmar la identidad de la señora y publiqué la carta, en cuyo texto Ramón Arellano era calificado de poco hombre y asesino. Ramón Arellano se encolerizó y ordenó que me ejecutaran. Ahora quiero saber si todavía piensan matarme.”

--¿Enedina Arellano ya sabe que quiere usted hablar con ella?

--No sé si le hayan dado mi recado, pero de ser así ya lo sabe. También le envié el mensaje a “El Chapo” Guzmán, a través de unas personas de Sinaloa.

--¿Por qué Enedina Arellano? ¿Qué le atrae de ésta mujer tan mencionada como relevo en la conducción del cártel de Tijuana?

--Ella es la única mujer al frente de un cártel. Búscale bien y es la única.

--¿Ya recibió usted alguna señal, alguna respuesta de la señora Enedina?

--Todavía no. Pero estoy consciente de que me dirán que no porque adondequiera que yo vaya tienen que ir conmigo los escoltas. No me pueden dejar. Estoy seguro de que ellos saben cuáles son las condiciones en que vivo. Comprendo esta situación, pero se le hace la lucha…

--Si en este momento tuviera enfrente a Enedina Arellano, ¿qué le diría usted?

--Le preguntaría si todavía piensan matarme. Con ella se puede hablar mejor que con Benjamín o que con Ramón cuando vivía. A ella y a Eduardo las siento personas mucho más calmadas, son más conscientes de lo que están haciendo. Ellos pueden decir: se acabó, dejamos el negocio, lo hacen saber y ya.

--¿Usted cree que hablar con Enedina es suficiente para cambiar esta vida llena de limitaciones?

--Todo depende. Me pongo en el papel de ella, quien puede decir: nosotros no fuimos, o simplemente puede responder que no lo sabe porque en ese momento no estaba. De todos modos, yo le voy a hacer la lucha…

--¿”El Chapo” Guzmán ya respondió a su petición?

--Aún no. Pero ya debe saber que lo ando buscando.

FUENTE: PROCESO.COM.MX

domingo, noviembre 22, 2009

EJECUCION DE FRANCISCO J. ORTIZ FRANCO

Agentes de la Policía Ministerial estatal en Tijuana y pistoleros de Los Zetas colaboraron para ejecutar el 22 de junio de 2004 al licenciado Francisco Javier Ortiz Franco, editor de ZETA.

La Procuraduría General de la República (PGR) está encargada de la investigación. Pero no ha logrado capturar a los asesinos. Tiene seis meses con el caso. Antes lo mantuvo sesenta días la Procuraduría General de Justicia estatal (PGJE).

Esta nueva hipótesis revelada a ZETA por fuentes confidenciales señaló:

1.- Eduardo Ronquillo Medina El Niño, acompañado por lo menos de dos agentes ministeriales del estado, fue visto en el restaurante “Big-Boy” en el bulevard Agua Caliente y Río Yaqui de la Colonia Revolución.

2.- Desde allí observaron cuando el licenciado Francisco J. Ortiz Franco llegó a la Unidad de Rehabilitación Física cercana a la cafetería. Calles Río Yaqui y Río Bravo. El periodista tenía una semana que estaba acudiendo a tratamiento luego de haber sufrido una parálisis facial.

3.- Contra-esquina de la Unidad de Rehabilitación estaba la camioneta Cherokee negra, con José Briceño El Cholo al volante. A su lado Heriberto Lazcano El Lazca o El Verdugo, miembro del grupo armado Los Zetas, al servicio de Osiel Cárdenas Guillén, capo del Golfo.

4.- Después que vieron entrar a Ortiz Franco a la Unidad de Rehabilitación, El Niño y los agentes caminaron por la calle Río Yaqui. Luego a la izquierda, hasta la esquina de Río Bravo con Río Nazas, precisamente a varios metros donde estacionó su vehículo el licenciado Ortiz Franco.

5.- El Niño y un agente ministerial se quedaron en esa esquina, sobre la banqueta, para ver cuando el periodista caminara de la Unidad de Rehabilitación a su automóvil.

6.- Simultáneamente otro agente se colocó en ese mismo crucero, contra-esquina para ver también el paso del licenciado Ortiz Franco.

7.- Otros dos agentes o miembros de Los Zetas, a bordo de un vehículo se estacionaron en la calle Río Nazas casi esquina con Río Bravo. Allí esperarían a El Niño y los ministeriales para escapar luego de la ejecución.

8.- Cuando el licenciado Ortiz Franco salió de la Unidad de Rehabilitación y se aproximó a su auto, tanto El Niño como el otro cómplice, colocado a contra-esquina, hicieron señas a los tripulantes de la Cherokee: José Briceño El Cholo y Heriberto Lazcano El Lazca. Entonces debían poner en circulación el vehículo.

9.- Arrancaron. Se emparejaron precisamente a la puerta izquierda del auto del licenciado Ortiz Franco. Exactamente segundos luego que Ortiz Franco se subió y disponía arrancar el motor. Heriberto Lazcano El Lazca bajó y con la pistola disparó certeramente a la cabeza y pecho del periodista. Solamente destrozó el cristal de la portezuela. Afortunadamente no tocó a los hijos de Ortiz Franco, que iban sentados en la parte trasera. El licenciado murió de inmediato.

10.- El Lazca subió rápidamente a la camioneta Cherokee. Se dirigieron al oriente por la Calle Río Bravo hasta llegar al final, cerca de la parte trasera del enorme local abandonado, antes ocupado por un mercado para derechohabientes del ISSSTSE. Allí cambiaron de vehículo.

11.- Un asociado de Los Zetas debió esperarlos en otro para fugarse. Se considera que enfilaron rumbo al bulevar Agua Caliente. Por esa ruta siguieron al poniente y no hay seguridad de cuál fue su rumbo.

12.- Inmediatamente después de la ejecución, El Niño y los agentes ministeriales que estuvieron haciendo señas a los pistoleros, subieron al auto estacionado en avenida Río Nazas. Se dirigieron al bulevar Agua Caliente frente a El Toreo. Tomaron también la ruta al poniente. Posiblemente “dieron vuelta” en el bulevar Cuauhtémoc para ingresar a la zona Río Tijuana o siguieron por el mismo bulevar.

Es ampliamente sabido cómo una ambulancia de la Cruz Roja llegó primero al lugar donde ejecutaron al licenciado Ortiz Franco, a pesar de la distancia entre la ubicación de los socorristas y el punto de la tragedia.

También, cómo la Policía Ministerial se presentó después. Pasaron entre 10 a 15 minutos. Esto a pesar de que están a dos cuadras la Subprocuraduría General de Justicia, la Comandancia Ministerial y la Agencia del Ministerio Público.

ZETA realizó doble prueba:

Un vehículo a velocidad moderada desde las oficinas oficiales hasta el lugar del crimen hace entre 36 a 40 segundos.

A pie, dos minutos y 15 segundos. Cuando mucho tres minutos.

Todo este tiempo muy diferente a la tardanza inexplicable con que llegaron los agentes ministeriales al lugar.

Esto siempre ha sido considerado como una obvia complicidad con quienes cometieron la ejecución.

Primero, los agentes que llegaron se dedicaron a inspeccionar y hasta después buscaron a los asesinos. Lo único que descubrieron fue la camioneta Cherokee negro abandonada.

Transcurrieron varios días para que determinaran que el vehículo pertenecía a una señora, que premeditadamente lo reportó como robado para cobrar el seguro. La Ministerial logró las llaves de encendido originales, así como la dirección e identificación de la propietaria, pero las investigaciones no siguieron adelante.

Los agentes ministeriales tuvieron el caso durante dos meses y de allí no avanzaron. Por eso la Procuraduría General de la República atrajo el asunto. Pero igual que la policía estatal, tampoco ha tenido avances.

ZETA, en sus ediciones siguientes a la ejecución del licenciado Ortiz Franco, logró saber que habían tomado parte en la ejecución Heriberto Lazcano El Lazca, perteneciente al grupo de Los Zetas. También José Briceño El Cholo, a quien se le achacan varias ejecuciones en Tijuana.

Igualmente se publicó el nombre de Eduardo Ronquillo El Niño. Meses después su cadáver apareció en el interior de una camioneta que a propósito fue incendiada. No hay tampoco referencia oficial sobre los autores del asesinado y quema. Las hipótesis condujeron solamente a El Nalgón, Arturo Villarreal, asociado al Cártel Arellano Félix.

Precisamente a este hombre se le señala como autor intelectual en la ejecución del licenciado Francisco J. Ortiz Franco.

La sospecha sobre este hombre fue luego que el licenciado Francisco J. Ortiz Franco publicó los nombres y fotos de pistoleros y narcotraficantes del Cártel Arellano Félix. Esto, luego que sus imágenes fueron recopiladas por el FBI (Federal Bureau of Investigation) de San Diego, California.

La diferencia con la revelación de la autoridad norteamericana, fue que el artículo escrito por el licenciado Ortiz Franco los identificaba como compradores de credenciales de la Procuraduría General de Justicia estatal. Se acreditaban como agentes ministeriales. Según la información lograda por el editor de ZETA pagaron 70 mil dólares por las identificaciones.

Ortiz Franco observó cómo los narcotraficantes y pistoleros utilizaron el mismo saco y corbata para “tomarse” la foto destinada a la credencial.

Para el caso y según las investigaciones, los narcotraficantes pagaron alrededor de 70 mil dólares por los documentos.

Ortiz Franco, según las investigaciones de ZETA, recibió informaciones del ex jefe de la Policía Judicial, Encinas Filatoff, quien visitó al periodista en su despacho.

También se supo que el licenciado David Valle comentó sobre este caso al licenciado Ortiz Franco.

Encinas Filatoff nunca desmintió. Valle envió una carta a El Mexicano rechazando los cargos.

La Procuraduría General de la República no ha informado sobre sus investigaciones en torno a estas dos personas.

ORIGEN. Informantes dijeron a ZETA que Arturo Villarreal El Nalgón se molestó con la publicación de Ortiz Franco, y por eso decidió su ejecución.

La PGR ha coincidido con este punto, señalando a dicha persona como autor intelectual del asesinato. También apuntó a El Lazca, miembro de Los Zetas.

Pero hasta el momento no se conoce de persecución alguna sobre estos personajes.

Otro detalle conocido recientemente es que Arturo Villareal El Nalgón encargaba a El Niño los “trabajos” de “logística” antes de ejecutar a una persona. Debía informar sobre el lugar indicado, la forma y las rutas para escapar.

Lo hizo en varias ocasiones, incluyendo la de ejecutar al licenciado Alejandro Manjarrez, secretario particular que fue del licenciado Alejandro González Alcocer, cuando era gobernador sustituto del estado.

Por este asesinato fue detenido y enviado a la penitenciaría mientras se le procesaba.

Pero en el penal recibió la protección de agentes ministeriales, hasta el grado de prestarse para torturar a otros reos que no se sometían a las órdenes de El Niño. Aparte mantuvo contacto con otros oficiales de la Procuraduría de Justicia del estado.

No hay una referencia sólida sobre los motivos que tuvo Villareal para ejecutar a El Niño, pero la hipótesis de que fue el actor intelectual no han sido desechadas.

HANK RHON. ZETA estableció también la hipótesis sobre autoría por parte del actual presidente municipal de Tijuana, ingeniero Jorge Hank Rhon, debido a que Ortiz Franco estaba realizando una minuciosa revisión al expediente relativo al proceso en el asesinato del co-director de ZETA, Héctor Félix Miranda El Gato.

El periodista fue víctima de dos guardaespaldas personales del ingeniero Hank Rhon: Antonio Vera Palestina, su compadre, y Victoriano Medina, también comisionado a la vigilancia personal del entonces director del hipódromo Agua Caliente.

Ortiz Franco tenía en su poder observaciones importantes para, con base en los errores del proceso, iniciar una averiguación tendiente a esclarecer quién fue el autor intelectual del crimen de Félix Miranda.

Seguidores y allegados a Hank Rhon rechazaron tal versión. Dado que se publicó en ZETA el mes de julio, la consideraron como una treta para impedir que llegara a la presidencia municipal. Pero hasta la fecha la Procuraduría General de la República no ha desechado tal hipótesis.

Todo esto llegaría a exculpar o acusar cuando la PGR termine en realidad su investigación y logre detener a los culpables. Pero hasta el momento han transcurrido ocho meses y no hay nada claro, fuera de lo publicado en ZETA y que coincide con la autoridad federal.

Así, las promesas de aclarar el caso no se han cumplido y ahora surge la hipótesis sobre la participación de agentes ministeriales.

FUENTE: CRONICA.COM.MX

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En las semanas que precedieron a la muerte del periodista Ortiz Franco, Zeta publicó varios artículos que detallaban una variedad de delitos cometidos supuestamente por la banda, artículos que el editor Jesús Blancornelas cree que llevaron al asesinato de su colega.

Los reportajes incluían la compra por el cartel de credenciales policiales a agentes corruptos, la organización de la fuga de varios de sus miembros de una cárcel de Tijuana y el encargo del asesinato de Delgado Neri. La semana antes de su asesinato, Ortiz Franco escribió un artículo que mostraba la jerarquía del cartel, de arriba a abajo, y con nombres de sus miembros.

"Como en los incidentes previos, este también fue una venganza", dijo Blancornelas sobre el asesinato de Ortiz Franco, aludiendo a su propio y estrecho escape de un intento de asesinato en 1997 y el asesinato de su colega Héctor Félix Miranda. "Zeta publicó la información y eso molestó a los narcos".

Blake, el agente del FBI, cree que la violencia ha surgido a medida que el cartel de Tijuana trata desesperadamente de conservar su reducido territorio. Mucho del negocio de la cocaína y heroína que han perdido los Arellano Félix han sido desviado por una banda rival de Sinaloa encabezada por Ismael ‘El Mayo' Zambada. Se cree que tiene el control de los pasillos de Mexicali y posiblemente de Tecate, al este de Tijuana, a la banda de Arellano Félix, dijeron funcionarios norteamericanos.

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