Víctima del cáncer que lo aquejaba desde hace años, Jesús Blancornelas, quien murió hoy en un hospital de Tijuana, concedió, el 22 de octubre pasado, una entrevista a Proceso. Este es el texto:
Jesús Blancornelas, el editor del semanario Zeta, sortea la vida en medio del encierro a que lo obligaron sus males físicos y que lo orillaron, también, a dejar la dirección de ese proyecto editorial que fundó en abril de 1980. Ahora se dedica a leer y escuchar noticiarios sin prisa, no deja de hacer anotaciones y se encuentra trabajando en dos investigaciones que espera terminar en 2007.
A sus 70 años de edad --51 de ellos dedicados al periodismo--, este investigador sobre temas de narcotráfico decidió retirarse de la dirección de Zeta abatido por el cansancio, por una enfermedad que lo aqueja desde hace varios años y por los golpes emocionales que le asestaron los asesinatos de sus principales colaboradores --Héctor El Gato Félix Miranda y José Francisco Ortiz Franco, el 20 de abril de 1988 y el 22 de junio de 2004,
respectivamente--, que aún siguen impunes.
En septiembre de 2005, todavía lastimado por el crimen de Ortiz Franco --perpetrado por presuntos miembros del cártel de Tijuana--, sus médicos le prohibieron a Blancornelas escribir y le recomendaron evitar tensiones mayores. “Es mejor que se retire”, le sugirieron luego de un chequeo.
“Al principio me resistía a separarme de Zeta”, cuenta el propio periodista --había ejercido allí su oficio con pasión durante más de dos décadas--. Pero se resignó. Y, consciente de que sus 70 años “ya son muchos”, decidió poner el semanario en las manos de dos colaboradores suyos: Adela Navarro y René Blanco, quienes en unos cuantos meses --dice-- lo han sorprendido: no sólo han aumentado la circulación, sino que han incorporado más secciones. Pero lo mejor, enfatiza, es que “la línea editorial de Zeta no ha cambiado”.
Ahora, desde su retiro, Blancornelas hace un repaso de su dedicación al periodismo y de la última empresa que dirigió. Reconoce que la falta de estructura en el semanario, así como su renuencia a tener secretaria y otros apoyos, tuvieron un alto costo humano. Y es que él resolvía todos los problemas de la empresa: la nómina, los accidentes de los reporteros y la falta de gasolina en los vehículos, además de escribir y quedarse cada semana a cuidar la edición hasta el cierre…
Cuenta: “A veces estaba escribiendo y dejaba el texto por atender una emergencia de algún reportero. Pero llegó el momento en que me harté y dije: se acabó. Para entonces físicamente yo ya estaba muy mal. Y es que yo quería hacer todo, no supe delegar. Siempre fui así y todo esto repercutió en mi salud. Debo ser consciente de mi edad y de mi realidad”.
--El retiro de la dirección de Zeta, ¿es un retiro del periodismo? --se pregunta a Blancornelas.
--No. Dejé el periódico, no el periodismo. Me estoy dando un descanso porque estaba muy agotado. El ajetreo me estaba volviendo muy neurasténico y los médicos me recomendaron que no escribiera. Entonces me calmé. Ahorita no estoy escribiendo nada. Sólo hago apuntes. Creo que volveré a escribir a principios del año entrante. No es que le esté yo haciendo al mártir, pero sí me pesaron mucho las muertes de mis compañeros. Repercutieron mucho en mi familia el ataque que sufrí, los crímenes de mis amigos y las tensiones, porque todavía me siguen vigilando. Lo peor es que no tengo libertad para decir: quiero ir a un restaurante, quiero ir a esta parte. No puedo.
Tras el atentado que sufrió en noviembre de 1997, perpetrado por sicarios del cártel de Tijuana, Jesús Blancornelas vive cercado por una decena de militares que lo protegen. Se mueve en un carro blindado y, prácticamente, vive encerrado. Desde entonces hasta septiembre de 2005 --cuando se produjo su retiro--, su libertad se reducía a las paredes de su casa y al encierro en el periódico, adonde llegaba a las 11 de la mañana para retirarse por la noche.
En ese lapso dejó de acudir a lugares públicos, y desaparecieron las charlas en el café con los amigos y las idas al cine. La vida lo privó de la libertad hasta de acudir a un parque a caminar y a respirar aire puro. Nada de eso puede hacer hasta la fecha. Sólo una vez al año acude a la iglesia --y lo hace escoltado--, y el resto del tiempo se la pasa en su casa, donde lee periódicos, ve películas, toma notas y descansa.
La vida diaria
--¿Cómo vive Jesús Blancornelas, el ser humano, no el periodista?
--Me la paso en casa. No salgo a nada. Para venir a la entrevista tuve que avisarle a mi escolta desde el día anterior. Ya llevo varios años así. Todo esto ha aumentado mi ansiedad, ha alterado mi situación y mi estado de ánimo.
--Lleva siete años en este encierro casi monacal. ¿Su vida ganó o perdió sentido? ¿Cuál es su experiencia en estos años de encierro y de lucha interior?
--Por un lado ganó. Sé que todavía hay contratos vigentes (por parte del cártel de Tijuana) para asesinarme. Algunos informantes de las fuerzas de seguridad han descubierto que hay un ofrecimiento de 250 mil dólares por asesinarme. Por eso mi escolta es indispensable. Ellos deciden a qué hora salgo y por cuáles rutas. Si voy al doctor, se meten hasta el consultorio. Por ese lado tengo tranquilidad. La familia también, pero por otro lado esta vida a veces está llena de desesperación porque no puedo salir. Me ha costado muchísimo trabajo. Ahora tengo dos problemas: para salir tengo que obtener el permiso de los doctores y del Ejército. Ya es mucho. Tengo 70 años y ya es bastante.
Pese a su visible debilidad física, Blancornelas no puede vencer la inclinación de sus crispados nervios, que lo incitan a leer periódicos y otros impresos, así como a escuchar y ver noticias. Todo el día se mantiene informado, hasta que el cansancio lo vence.
Así es un día en su vida cotidiana:
“Me levanto temprano, desayuno, tomo mis vitaminas y leo los periódicos. Más tarde, le vuelvo a dar otra pasada a los diarios locales y leo algún libro. Me gustan mucho la revista dominical del diario español El País y Proceso. Son las únicas que leo. Por las tardes, escucho a Pepe Cárdenas y en la noche veo los noticiarios. Como no salgo, mi esposa me trae películas y a veces las veo en lugar de oír los noticiarios. Duermo un rato y me levanto a leer, otra vez a escuchar noticias, o bien salgo al doctor si tengo cita. Así es todos los días.”
--¿Y el café y los amigos? ¿Cómo vence la necesidad humana de ir a un restaurante y disfrutar del contacto con la gente?
Blancornelas se hunde en un silencio y sus pupilas se humedecen. Fija la mirada, y suelta:
--No hay tal. Para eso tengo que hacer un movimiento muy grande. Para mí todo es muy dificultoso porque la gente se queda sorprendida. Y es lógico. Para ir a un restaurante mi escolta tiene que revisar el lugar. Si me siento en una mesa con mi señora, a un lado tiene que estar mi escolta, y no es nada agradable para las personas estar cerca de gente armada. Por eso no salgo a diversiones ni a fiestas. El problema surge cuando la gente conocida te empieza a señalar, y no, no… No quiero causar problemas ni molestias. La gente del café no va a querer estar cerca de mí. Y tienen razón. Es muy incómodo todo esto.
La jefa del cártel
A pesar de su enfermedad y agotamiento físico, Jesús Blancornelas aún tiene mucho qué decir sobre el tema que más le apasiona: el narcotráfico. En enero próximo, empezará a escribir el primero de dos libros que tiene proyectados y que versarán --explica-- sobre la familia Arellano Félix y el capo Joaquín Guzmán Loera, El Chapo.
Para ahondar en la vida de los dirigentes del cártel de Tijuana, Blancornelas confiesa que busca acercarse a los Arellano Félix, en particular al personaje que más le atrae: Enedina Arellano, de quien afirma: “Ella es la jefa del cártel. Es la única mujer que encabeza la organización criminal. No hay otra”.
Dice que ya inició las gestiones para entrevistarse con Enedina y con Eduardo Arellano, pues además del interés periodístico que le despiertan ambos, también pretende aclarar si fueron ellos quienes ordenaron su ejecución en noviembre de 1997.
--La relación entre los Arellano Félix y usted no es nada sana. ¿Qué lo motiva a acercarse al seno del cártel de Tijuana?
--Quiero hablar con Enedina Arellano para preguntarle si todavía están pensando en matarme. Creo que llegó el tiempo de hablar. Los hombres más rijosos del cártel ya no están. Quiero hablar con ellos para hacer esta aclaración y también por un interés periodístico.
Blancornelas cuenta que, meses después del atentado que sufrió, investigó quién había ordenado su asesinato. Corroboró, con diversas fuentes, que había sido Ramón Arellano, molesto por la publicación de una carta en el semanario Zeta, en la que la madre de unos cómplices del capo lo acusaba de haberlos asesinado.
El periodista recuerda que la señora, afligida, llegó Zeta con una carta manuscrita y se dirigió al departamento de publicidad para preguntar por el precio de la inserción. No tenía dinero para publicarla. Entonces los empleados del periódico hablaron con Blancornelas y le expusieron el asunto.
“Me sorprendí al leer el contenido --recuerda Blancornelas--, por lo que procedí a confirmar la identidad de la señora y publiqué la carta, en cuyo texto Ramón Arellano era calificado de poco hombre y asesino. Ramón Arellano se encolerizó y ordenó que me ejecutaran. Ahora quiero saber si todavía piensan matarme.”
--¿Enedina Arellano ya sabe que quiere usted hablar con ella?
--No sé si le hayan dado mi recado, pero de ser así ya lo sabe. También le envié el mensaje a “El Chapo” Guzmán, a través de unas personas de Sinaloa.
--¿Por qué Enedina Arellano? ¿Qué le atrae de ésta mujer tan mencionada como relevo en la conducción del cártel de Tijuana?
--Ella es la única mujer al frente de un cártel. Búscale bien y es la única.
--¿Ya recibió usted alguna señal, alguna respuesta de la señora Enedina?
--Todavía no. Pero estoy consciente de que me dirán que no porque adondequiera que yo vaya tienen que ir conmigo los escoltas. No me pueden dejar. Estoy seguro de que ellos saben cuáles son las condiciones en que vivo. Comprendo esta situación, pero se le hace la lucha…
--Si en este momento tuviera enfrente a Enedina Arellano, ¿qué le diría usted?
--Le preguntaría si todavía piensan matarme. Con ella se puede hablar mejor que con Benjamín o que con Ramón cuando vivía. A ella y a Eduardo las siento personas mucho más calmadas, son más conscientes de lo que están haciendo. Ellos pueden decir: se acabó, dejamos el negocio, lo hacen saber y ya.
--¿Usted cree que hablar con Enedina es suficiente para cambiar esta vida llena de limitaciones?
--Todo depende. Me pongo en el papel de ella, quien puede decir: nosotros no fuimos, o simplemente puede responder que no lo sabe porque en ese momento no estaba. De todos modos, yo le voy a hacer la lucha…
--¿”El Chapo” Guzmán ya respondió a su petición?
--Aún no. Pero ya debe saber que lo ando buscando.
FUENTE: PROCESO.COM.MX
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