Fiol regresó a las oficinas, pidió el acta, la dobló y la echó a su bolsa; y así, como quien utiliza “quitamanchas”, no quedó rastro del paso circunstancial de Francisco Javier y “El Mayel” en
La fotografía fue tomada cerca de las ocho de la noche, tras una tupida balacera. Seguramente a Francisco Javier y a “El Mayel” les pasaron muy cerquitas los tiros; “El Árabe”, que así le decían a un gatillero de los Arellano, cubrió con su cuerpo a Francisco Javier. Y así fue, increíble, como se salvó primero de la muerte y luego de la prisión.
El resto del episodio es dramático: recién había cumplido cuatro años el primer gobierno panista en Baja California, y a esas alturas
Los dos iban en una Suburban nuevecita, un guardaespaldas de “El Mayel” y su chofer de confianza; atrás, en una patrulla, varios agentes judiciales estatales los custodiaban. Hicieron alto frente al “Mercado de Todos” en
Respingaron sus camaradas, desenfundaron y apretaron gatillos; metros separaban a los dos grupos, unidos por la desesperación, cobijados por la muerte. Los retaguardias protectores también debieron apearse y tirotear a los atacantes de Francisco Javier; fue increíble el revoltijo de policías federales y estatales matándose por culpa del maldito narcotráfico. Nunca hubo un disparadero así. El Obisbo de Tijuana, Berlié Belaunzarán, iba camino a su casa, escuchó el tiroteo y llegó al sitio; bendijo a los muertos y agónicos.
Se aparecieron los patrulleros municipales, luego los policías estatales y también los federales. Pudo haber seguido y, por fortuna, no siguió la balacera. Paramédicos auxiliaron a los heridos, las paredes cercanas quedaron descarapeladas; ahora sí que corrió la sangre, los vehículos nuevos, todos perforados a balazos, destrozados sus cristales. Armas en el pavimento todavía humeantes, cientos de casquillos. Mezcla de sangre, pólvora, odio, corrupción y muerte.
El Licenciado Sergio Ortiz Lara, Subprocurador de Justicia del Estado, se dio cuenta de cómo fueron liberados Francisco Javier y “El Mayel”; indudablemente hubiera acusado a los policías, pero no pudo. Los Arellano actuaron más rápido y detuvieron al funcionario; le endilgaron el delito de permitir la fuga de los mafiosos, precisamente la que él iba a denunciar; lo consignaron, fue procesado. El gobierno estatal de Ruffo pagó la fianza para liberarlo. Sucedió entonces lo dramático: toda la prensa condenó ese pago; hasta a las planas de los diarios llegó la influencia de los Arellano.
Con el tiempo, Francisco Fiol Santana dejó la policía; navegó un rato en
FUENTE: ZETATIJUANA.COM
0 comentarios:
Publicar un comentario