La captura de Santiago Meza López representó para las autoridades militares un “trofeo”, digno de presumirse. Al momento de su presentación fue triunfalmente anunciado como uno de los veinte criminales más buscados por los gobierno de México y Estados Unidos.
Con el afán de mostrar a los medios de comunicación la forma en la que operaba, “El Pozolero”, un presunto delincuente considerado de alta peligrosidad, fue trasladado junto con un grupo de al menos treinta reporteros al lugar donde disolvía los cuerpos en ácido, para que les narrara con su propia voz la logística de su trabajo.
El detenido y los reporteros fueron trasladados en camiones militares desde el cuartel de la colonia Morelos hasta el ejido Ojo de Agua, en un convoy de por lo menos 25 vehículos, compuesto por unidades militares, patrullas de
Al arribar a las polvorientas calles del ejido Ojo de Agua, el convoy se convirtió en desfile, y además de parar el tránsito, captó la atención de vecinos, peatones y niños pequeños que salían a la calle a ver pasar a los militares.
Al llegar al inmueble donde se deshacía de los cadáveres, Meza López fue sometido con las manos tras la cabeza por dos soldados y encarado con los reporteros, que uno tras otro le preguntaban con detalle los pormenores de su grotesca tarea.
-¿A qué tipo de personas deshacías?
-Yo no sé qué tipo de personas eran, a mí sólo me los daban�.
- ¿Hubo niños y mujeres entre los deshechos?
-No, nunca.
- ¿Los despedazabas?
-No, los echaba enteros.
- ¿Qué hacías con lo que quedaba?
-Lo enterraba.
- ¿Dónde?
-Aquí, respondió, mientras apuntaba sus ojos al suelo debajo de sus pies.
La respuesta dejó sin palabras a más de un reportero. Se habían dado cuenta de que estaban parados sobre la evidencia. Al ser cuestionado sobre qué le diría a las familias de las víctimas el detenido respondió con ligereza, “pues que me disculpen”.
Ésa fue la última pregunta, antes de ser devuelto al vehículo militar y cubierto con una cobija.
Mientras tanto, los fotógrafos y camarógrafos captaban cada detalle posible de la narco fosa, mientras que los reporteros compartían sus hipótesis de cómo y dónde preparaba el “pozole”.
El terreno bardeado permitía a los ocupantes trabajar los químicos con amplia discreción, mientras el criadero de animales ubicado a un costado, podía enmascarar un poco el penetrante olor de la sosa cáustica.
Al estar ubicado en las faldas de una colina lejana, el inmueble brindaba una visibilidad de kilómetros de distancia desde la barda perimetral. Una gran ventaja operativa en caso de que sus ocupantes en alguna ocasión tuvieran que haber salido huyendo.
Después de una hora de “visita”, los reporteros abandonaron el terreno pisoteado, con tiempo suficiente para regresar a sus salas de redacción y difundir la noticia.
En cuestión de horas la nota había dado la vuelta al mundo.
FUENTE: ZETATIJUANA.COM
0 comentarios:
Publicar un comentario