LAS GUACAMAYAS
Cuando me fui de Mazatlán, Sinaloa, en marzo de 1987, me quedé a vivir en Guadalajara con mi familia, ellos en una casa y yo en otra, nos veíamos los fines de semana, a veces cada mes o dos. Yo estaba buscando la manera de presentarme a las autoridades (Juez 4° de Distrito en Guadalajara), me asesoraba el Lic. Fernando Martínez Inclán quien me decía: “Espérate un poco más al cambio de gobierno, te presentaremos amparado, tu caso es de presión política, espérate”.
En Guadalajara por esos tiempos estaba de comandante Guillermo González Calderoni a quien yo ya conocía, le mandé pedir que no molestara a mi mamá y familia, él me mandó contestar que con ellos no era el problema y que quería verme, ya a las 3 o 4 llamadas no podía negarme y acepté, me envió a un hombre al que yo le tenía confianza, el agente Héctor Sánchez Landa y a 3 hombres más cuyos nombres me los reservo, me dijeron que la cita sería en la casa de Calderoni cerca de
Pasamos hacia el interior del domicilio, a la entrada a mano izquierda estaba la cocina, de frente un recibidor o sala con un comedor también a la izquierda, tengo entendido que la renta de la casa la pagaba un Sr. americano de apellido Ayala, con esta persona Guillermo habló por teléfono en mi presencia por medio de un dispositivo intercomunicador, el cual permitía contestar en la cocina, comedor o sala. Se jugaron bromas por teléfono tales como: “Tú me estás grabando, yo también”, etc., luego de esto Calderoni y yo platicamos de mi problema y me dijo: “Mira, con el que hablé es con quien llevo la investigación del caso donde se te menciona, esto es para llenar el requisito de joderte, pero no hay nada firme en tu contra, en el cambio ayudaré a que te presentes”, seguimos platicando de otros temas, me pidió un favor y quedamos de volver a vernos pronto; le señalé el domicilio de un amigo por la calle de Cosmos cerca del restaurant Izao, ahí me envió días después las guacamayas que tenía en su residencia, las recogí y las llevé con mi familia, ese Sr. Ayala con el que habló Memo por teléfono sabía de las guacamayas.
“NO TE CONOZCO”
Mientras Calderoni estuvo en Guadalajara nos vimos unas 5 veces, en una de éstas le pedí el favor de que no molestara a René Calderón, cuyo hermano Inés había sido asesinado por el equipo de Guillermo en un operativo en Culiacán. Después de un tiempo Guillermo fue asignado a la plaza de Monterrey y nos despedimos en la casa de Héctor Sánchez Landa; ya él en Monterrey seguimos en contacto, cuando se ofrecía hablar, él me dejaba recado con mi amigo Budy Ramos, y yo me reportaba de otro teléfono. Él enviaba a Guadalajara frecuentemente a Héctor Sánchez Landa y éste le llevaba recados y así seguimos la amistad hasta aquel 8 de abril de 1989 cuando me traicionó mandándome detener en la casa del Budy Ramos en Cosmos. Había llegado yo a ese domicilio minutos antes, pues a mediodía me vería con Calderoni en el restaurant Izao a media cuadra de ahí; al llegar el operativo a dicha casa, penetraron los agentes Cipriano Martínez Novoa y Roberto Sánchez, al igual que 3 elementos más quienes me tumbaron de un riflazo al suelo; esos elementos me conocían desde 1971 de Culiacán. Afuera apoyó el operativo el jefe de grupo Salvador Vidal, al estar yo tirado al suelo llegó Calderoni a quien le dije: “¿Qué pasa Memo?”, y me contestó: “No te conozco”. Fui levantado y sacado del domicilio en aproximadamente 1 minuto o 2, yo no iba armado ni poseía ninguna droga, a la familia que estaba en Cosmos la dejaron retirarse del lugar, me llevaron [a una] casa en una Ichi Van tirado en el piso, en este otro lugar había muchos dispositivos de intervención telefónica, radios, vehículos y otros elementos.
Ahí me dijo Memo: “Discúlpame, pero esto es una orden de México y tuve que cumplirla, tú no tienes problemas graves, vas a salir pronto de la cárcel, yo te voy a ayudar”, etc., hizo una llamada a México con Javier Coello Trejo y le dijo: “Ya lo tengo, ¿qué hago?”. Recibió una instrucción y salimos rumbo al aeropuerto, tardamos unos 45 minutos en llegar, yo tirado en el suelo de
Llegamos al hangar de la pgr en México una hora después, ahí nos esperaban un Cte. Manuel Pozos y 2 suburbans que nos transportaron a la calle de Soto, oficinas de la pgr. Pozos me quitó los calcetines y me bajó a los separos del edificio, me introdujo en una celda del fondo con guardias de vista, serían la 1 o 2 de la tarde, minutos después llegó otro comandante, quien me condujo a una sala con una mesa redonda, habría unas 8 personas de las cuales reconocí al frente a Coello Trejo. Bueno, antes quiero relatar que tanto en la casa de seguridad tanto como en el avión, Calderoni me rogaba que no le dijera a Coello Trejo que nos conocíamos, ya que a cambio él me ayudaría en el futuro y dejaría en paz a mi familia.
“USTED CHINGÓ A SU MADRE, DON MIGUEL”
De frente a Coello Trejo y los que lo acompañaban, éste (Coello) prepotente y grosero me dijo: “Usted chingó a su madre don Miguel, ya está en mis manos, cante todo su rollo por la buena o se lo saco a chingadazos, a quiénes soborna, con quiénes trabaja, cantidades de dinero, dígame todo o se va a arrepentir y de todas maneras me lo dirá”. Yo le contesté: “No tengo nada que decirle, confórmese con que ya me tiene aquí, qué quiere que diga, tengo años sin ver a nadie, pocas veces veo a mi familia, no he cometido ningún delito y si me prueban algo, pagaré con cárcel”. Los presentes vieron cuando le dije: “Me hubiera llamado y me hubiera presentado”. Me dijo: “No te agarramos nada, pero te voy a chingar”. Irritado ordenó me sacaran de la sala y me condujeron a los separos, estuve más de un día bajo torturas, toques, tehuacanazos, a veces desmayado, otras sentado o parado. Lo que me preguntaban yo no sabía nada de ello, mejor que nadie ellos lo sabían, ahí estuvieron los comandantes Manuel Pozos, Luis Manuel Palafox, Muñoz Leyva, Martínez Salgado y otros que me reservo sus nombres. Nunca supe si era de día o de noche, me subían a oficinas obscuras una veintena de agentes del mp [Ministerio Público] y comandantes, elaboraban declaraciones y yo no las firmaba porque eran puras mentiras.
Todos estaban bajo órdenes de Coello Trejo. El mp que dirigió las investigaciones del caso Camarena, me dijo: “Tú no participaste, pero las presiones que tenemos son fuertes. Florentino Ventura ordenó al último que te inmiscuyera porque no te pudo probar nada, te hizo famoso, ahora hay que hacer un teatro. Declara cualquier cosa del pasado o invéntala o te va a matar Coello Trejo, caíste como anillo al dedo, además por patriotismo, colabora”. Me pasó primero a que me investigara el Cte. Miguel G. Rodríguez Lorrabaquio, quien me dijo: “A quiénes les has dado dinero, dime todo”. Le contesté: “Tú sabes que no soy culpable, tú me metiste en un parte sabiendo que no tuve participación en ese hecho, pon que te di dinero a ti en el pasado”. Me contestó: “Mira, yo soy amigo, lo del parte nos lo ordenó Florentino Ventura Gutiérrez, pero eso no te perjudica, es paja, amacízate, te van a investigar otros comandantes”. Entre todos ellos hicieron un parte que supuestamente yo declaraba, mismo que no firmé. Me pasaron con ese parte a los ministerios públicos y al igual hacían y escribían, y no se llegaba a nada.
LOS FLASHAZOS
El mp que estuvo al cargo se llama Lino Corleoni y varias secretarias; los primeros dos días corregían, volvían a empezar. Ese día por la noche vi a Coello Trejo, había citado a unos federales de caminos, uno de ellos estaba ahí, Fernández Cadena. Él rentaba una casa en Culiacán a mi mamá y me conocía de antes. Coello le gritó de una manera que lo intimidó y me dijo que yo le había dado un automóvil y puso a otros 2 de caminos que no tenían nada que ver, sólo que eran de Culiacán, Ramón Medina Carrillo y Hugo Palazuelos Soto, este último amigo de mi familia. A los 3 los hicieron confesar que yo les daba cantidades de dinero porque me dejaran andar armado en la carretera México-Lechería y
El último día me dice Coello Trejo: “Hágame el favor de pasar conmigo ante la prensa”. No contesté nada: “Pase al tocador, dese una arregladita, póngase esta chamarra”. Poco después me condujo a una sala donde había cientos de periodistas, un sofá que había con pistolas o rifles, no vi que era exactamente. Muchos flashazos me destellaron, posé un minuto, no lo sé, luego me tomó del brazo Coello y me sacó de la sala. En un pasillo me topé con gente que después fueron mis coacusados, un mayordomo del campo al que mi mamá le dio una cortesía en un hotel y éste habló por un teléfono intervenido, etc., topé también con los jefes de policía de Culiacán, uno que sí conocía del tiempo que yo no tenía problemas y otro que no conocía y también, al subcoordinador de la pgr en Culiacán, Lic. Gregorio Corzo Marín, quien tenía una grabación de algo entre Coello Trejo y yo, a éstos los citó el Cte. de zona militar en Culiacán General Jesús Gutiérrez Rebollo y los detuvo y los mandó a México. Coello no quería a un político sinaloense del cual me hizo preguntas absurdas, quería joderlo, pero como yo no lo conocía tal vez por eso no pudo fregarlo. Quería Coello hacer de un ratón un elefante, eran los días del inicio de un sexenio, que se distinguió por sus excesos y escándalos que al principio la gente creía y más tarde se decepcionaba, pan y circo. Entre los coacusados que vi en el pasillo iba mi gerente de hoteles Andrés Herrero Cuamea, quien duró casi un mes en la pgr, señalando todos los domicilios y propiedades de mi familia, que luego fueron aseguradas y administradas por la gente de Coello y pandilla.
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EL CASO CAMARENA
La última noche en los separos de Interpol me manda llamar Coello Trejo. Yo no podía caminar de lo hinchados que tenía los pies por los golpes y estar parado los días anteriores. Me dice: “Mire, ya le pedí que no ratificara el amparo que promovió su familia. Quiero que me haga un último favor, están aquí unos elementos de la dea, quiero que los vea, le van a hacer preguntas”. No contesté nada, fui llevado a una mesa de juntas donde había más comandantes y Coello, todos mirándome. Ahí fui presentado con los de la dea. Recuerdo que uno dijo llamarse Edward Heath, nos saludamos, querían platicar, sólo contesté que no tuve participación en el caso Camarena y dije: “Ustedes dijeron que había sido un loco y yo no estoy loco, lamento profundamente la pérdida de su elemento”. Ellos vieron que estaba yo torturado, no pudimos seguir platicando porque Coello me levantó, me despedí de esos personajes a quienes nunca volví a ver, ignoro el motivo, pero fueron testigos de mi mal estado físico y también de cómo Coello no me permitió expresarles mi inocencia con pruebas del caso.
El último día en pgr a todos mis coacusados les hicieron firmar actas en las cuales me hacían acusaciones risibles, mismas que yo rechazaba, como la del mayordomo del campo y Jesús “El playero”. Éstos asentaron en su declaración que me habían hecho un traslado de enervantes en un compartimento de un Volkswagen en 1982. También a un mecánico que estaba de visita el día que detuvieron a mi gerente de hotel, le hicieron declarar que él había hecho el compartimiento del Volkswagen en 1987. Nada de todo lo que acusaron tenía tiempo, lugar y modo.
El último día me permitieron acostarme un rato a las 2 o 3 de la mañana. Antes de amanecer fui despertado y llevado al estacionamiento del edificio junto con mis coacusados, menos Andrés Herrera, ahí hicieron a todos firmar las actas ministeriales sin ver y a base de golpes. A mí me pasaron unos legajos que tuve que firmar sin leerlos, pero pedí a Corzo Marín los viera y me dijo: “Firma, es un extracto de todos los coacusados pero tú no los señalas”. Acto seguido nos subieron; a ellos en una suburban y a mí solo en otra, no sabía a dónde me llevaban.
Creí que me aplicarían la ley fuga, pues iba vendado, esposado, tirado al piso del vehículo, así pasó mucho tiempo de frenones y arrancones, por fin el vehículo paró, todavía no amanecía, me quitaron la venda de los ojos y me sentaron al frente. Había un portón que al abrir y entrar el vehículo, vi que había custodios uniformados de azul. Alguien dijo: “Es el Reclusorio Sur”. Los agentes de la pgr acompañando a los custodios, se introdujeron a una oficina y ahí me entregaron al comandante en turno, Jesús Méndez Rico, a quien yo conocía. Fui llevado al módulo de alta seguridad y encerrado en una celda, de inmediato me acosté, pues tenía 4 días sin dormir y sin comer, a eso de las 11 de la mañana me llevaron a juzgados, casi no recuerdo nada por mi mal estado de salud, ahí ante el juez se presentó un abogado ofreciendo defenderme, era el Lic. Federico Livas Vera; el juez me tomó lo que se llamó preparatoria, no recuerdo más, sólo que no podía estar de pie, había unos reporteros que vieron que estaba golpeado, de allí me llevaron a la celda donde caí rendido. De esa celda no me permitieron salir como 3 meses, sólo a juzgado y a enfermería, a mi familia me permitieron verla 1 hora a los 3 meses, sólo mi abogado me visitaba. Mis coacusados estaban en otro reclusorio, pude verlos meses después en los careos, ahí conocí a 2 o 3 de ellos que hacían acusaciones de cohechos o encubrimientos sin habernos visto nunca en mi vida.
EL BOTÍN
A los meses me enteré que tanto a mi esposa, madre, hermanos, sobrinos y amigos, les habían quitado casas, muebles, carros, joyas, dinero en bancos, ranchos, que Coello los repartió y dio posesión a gente que trabajaría para darle utilidades. Le fueron entregadas las cosas a quien él nombrara, igual a todas sus gentes les puso altos sueldos.
Después de mi presentación y posterior consignación Coello y pandilla engañan a la opinión pública y al mismo Ejecutivo declarando barbaridades en mi contra, que yo era el número uno, que poseía una fortuna de miles de millones de dólares, tratando de tapar su viejo pasado y el exceso, como Joaquín Hernández Galicia, a quien hubieran aprehendido con unos cuantos elementos, sin necesidad de que muriera el mp Zamora. Con lo mío primero la prensa llenó una plana, a los meses no me mencionaban, pero Coello les hacía nuevas declaraciones, nunca probó que yo tuviera dinero, pues ni siquiera pude pagar buenos abogados, todo me lo quitó, tuve que rentar casa al sur de la ciudad para mi familia y siempre los molestó y a todo el que se me acercara. A los meses de estar en el Reclusorio Sur Coello fue una noche junto al fiscal Domínguez del caso Buendía, custodios me llevaron a la dirección del penal, al entrar en la oficina casi me desmayo al verlo; se levantó del mueble de la sala y al acercarse dijo: “No tema don Miguel, vine a saludarlo”. Me pidió me sentara frente a él y el subprocurador de distrito Domínguez prendió un cigarro y me ofreció la cajetilla pasándome un encendedor Dupont y me dijo: “Se lo regalo”, le dije “gracias” y me lo eché a la bolsa.
Me preguntó cómo estaba y le dije: “Oiga licenciado, cuando fui presentado ante usted le dijeron Calderoni y el comandante Luis Soto Silva: ‘lo aprendimos, no se resistió, no le encontramos armas ni droga’, y usted me dijo, ‘no le agarramos nada’, entonces ¿por qué me consignó con 5 armas, y unos gramos de droga?”. Él contestó: “Teníamos que consignarlo con algo, pero le prometo que va a salir pronto”. También me dejó sin casa, muebles y carros, sin ranchos y hoteles, “se los voy a regresar, vengo a pedirle que me apoye a investigar el caso Buendía, usted sabe que es prioridad del gobierno”. “Mire licenciado —le dije—, no sé nada al respecto, yo vivo encerrado en una celda, en 3 meses no he tenido acceso a un teléfono”, y me dijo: “Le instalo uno, ayúdeme”. El fiscal Domínguez escuchando y a veces hablando, me negué a inmiscuirme pues como preso, sólo quería dedicarme a defenderme y a mi familia, que todavía no los autorizaban para visitarme, al no acceder, me dijo: “Oiga deme el encendedor, luego le mando otro”, y me pidió retirarme, pues había otros internos que atender. A los meses pusó algunos bienes míos y de mis familiares a disposición del juez noveno para que se aseguraran con fines de decomiso, nada físicamente, sólo el papel al juez, los siguientes años me dio carrilla al igual que a mi familia, sin devolver nada, todas las rentas uno de sus subordinados las recibía y mi familia sin con qué comer.
EL CAREO
El juez noveno resolvió que no era posible asegurar los bienes porque no eran producto de algún ilícito, igual el magistrado los volvió a poner otra vez con otro pedimento, pasó más de una década. El que era el ministerio público en mi proceso se convirtió en juez y me sentenció a la pena máxima, no me dio audiencia de vista y decomisó todo, nunca
En mi careo con Calderoni y pandilla frente a los reporteros (uno de ellos de la revista Proceso) le dije a Guillermo: “Tú no me agarraste nada” y él asintió con la cabeza a todas las preguntas y observaciones que le hice delante del juez. Él decía: “No me acuerdo”. La mayor parte de mis aprehensores en careos dijeron: “No le decomisamos nada” (ver careo con Cipriano Martínez Novoa y Salvado Vidal y otros).
En ese careo en el juzgado noveno las preguntas de mi abogado Federico Livas Vera, Calderoni no pudo contestar sobre tiempo, lugar y modo sobre los decomisos en mi detención y se molestó con mi abogado, incluso lo amenazó y el juez acentó la amenaza igual, regañó a los reporteros, el careo quedó a mi favor (ver periódicos del día siguiente donde incluso comentaron lo de la amenaza).
AMADO CARRILLO
Meses antes Calderoni fue a verme al reclusorio y no quise recibirlo, quería que tuviéramos una entrevista. El Comandante del reclusorio era Raúl Patiño quien también me pidió lo mismo, luego un domingo mandó a mi coacusado Gregorio Corzo Marín al módulo de alta seguridad y de nueva cuenta me negué. El interno Gilberto Ontiveros, “El Greñas”, a quien también Calderoni había traicionado, llegó a una sala de dicho módulo con Amado Carrillo Fuentes, Raúl y José Luis Patiño, Carso Marin y Calderoni, Amado Carrillo me pidió que bajara de mi celda a la sala de visita donde se encontraban y que por favor atendiera a Calderoni, no le pude negar el favor porque éramos buenos amigos, bajé y el comandante Patiño nos prestó una íntima para que habláramos y le dije a Calderoni: “Qué quieres traidor”, y me contestó: “Quiero tu amistad, mira, sé que te visita ‘
***
LOS VIOLADORES DEL SUR
Al poco tiempo Calderoni empezó a desa-parecerme amigos y familiares, casos como las ejecuciones de Sánchez Duarte y acompañantes. En una ocasión
Cuando agentes federales secuestraron y ejecutaron a mis abogados, hermanos, sobrinos, velador, etc., Carpizo había prometido aclarar el caso pero no lo hizo. De dicho y bárbaro asesinato llevó la investigación el comandante Luis Manuel Palafox, quien dio con lo robado de la casa de mi madre y fue al reclusorio a interrogarme y le dije: “Tú sabes que ése es jale policiaco, a mí para qué me preguntas cosas, yo estoy preso y también incomunicado, lo único que sé es que eran agentes de tu corporación”.
Posteriormente el mpf Marcelo Vega con su equipo me mostraron
TALLER DE TERCERA DIMENSIÓN
En una ocasión llegó al Reclusorio Sur el Lic. Zamora hermano del otro Zamora que murió en la aprehensión de Joaquín Hernández Galicia; este último Zamora, Coello lo puso en Bienes Asegurados, el director del Reclusorio Sur, Virgilio Gallardo Coria, era consuegro de él y le permitió que platicáramos en la oficina del Cte. Mariano Ordaz. Me proponía (autorizado por Coello) que yo donara el 25% de lo asegurado y se me regresaría lo demás; yo le contesté: “Mire Lic. de lo asegurado, sólo soy dueño de unas 10 propiedades, lo demás es de terceros, de mis padres, hermanos, sobrinos, tíos y amigos, dígale al Lic. Coello que yo no puedo negociar lo que no es mío, y le aclaro que lo mío lo heredé de mis padres, dichas propiedades fueron adquiridas cuando aún no nacía yo”. Zamora se portó muy consciente, en eso llegó un familiar que acababa de salir de conmigo y se regresó porque alguien le avisó que
ALMOLOYA Y MATUSALÉN
Para traerme a Almoloya, se violó un amparo concedido para no ser excarcelado del Reclusorio Sur a otra parte, mis procesos se quedaron lejos y se me notificaba por exhorto. En ese tiempo Almoloya era para sentenciados, no había juzgados, se nos notificaba en locutorios, no tuve abogados por unos años, mi situación económica no era buena, no pude defenderme y se me agotó el proceso faltándome pruebas que desahogar. Fui sentenciado y confirmado en 2da. Instancia por el que fue ministerio público en mi proceso. Ya en Almoloya siguieron las consignas, aquí no es permitido revisar el proceso con el abogado, ni siquiera le prestan papel y lápiz por ventanilla de locutorios, no tengo acceso a libros de derecho, ni de intercambiar papeles con mi defensor, además todo interno que llega a Almoloya es clasificado de máxima peligrosidad y siendo famoso sólo se sale muerto pues el cumplir una pena máxima sólo Matusalén saldría vivo. Ha habido unos pocos traslados a privilegiados internos que el consejo les ha bajado el perfil de máxima a media, por ejemplo don Fernando Gonzáles González coacusado del Ing. Raúl Salinas de Gortari, quien también mejoró su perfil y fue trasladado a Almoloyita.
EL 94 EN ALMOLOYA
Voy a comentar algo de este último. Antesito del término de gobierno de Carlos Salinas de Gortari, cuando el levantamiento del ezln, venía a este lugar a darnos conferencia un supuesto maestro de
RAÚL SALINAS DE GORTARI
A Raúl Salinas lo tuvieron años en “Conductas Especiales”, lugar que, en ese entonces el reglamento sólo permitía que los internos permanecieran en él no más de 15 días; nos sorprendió el mal trato que le daban: la comida fría, gritos, burlas, le humillaban a la familia, había ocasiones que la señora Paulina tardaba 3 o 4 horas para entrar a verlo. Al inicio, los internos le gritaban al ingeniero “aguante”; poco a poco le agarramos aprecio por su hombría, las veces que lo encontraba, al saludarnos, me decía: “Dios lo bendiga”. Culpable o inocente me dio gusto que se fuera; lamento que no haya hecho declaraciones sobre la tortura que pasó y que nosotros los más viejos seguimos soportando ahora con más presión que en los tiempos en que estuvo Raúl Salinas de Gortari, pues muchos de los que él conoció ya murieron aquí. Hoy ya no hay actividades; los patios de cada dormitorio son 30 por
UNO POR DIEZ
El doctor Juan Pablo de Tavira, en su libro: ¿Por qué Almoloya?, dice: un interno aquí, en un año, paga el equivalente a 10 años en otras prisiones. La mayor parte de los internos no tienen abogado ni visitas familiares por ser de escasos recursos, esta prisión está sobrepoblada de inocentes, pues eran choferes, veladores, jardineros, cocineros, plomeros, electricistas, pintores, albañiles de quienes fueron detenidos y que nada tienen que ver con las actividades que les imputan. Sólo en los módulos 1 y 3 los internos tienen visitas y de ellos muy pocos tienen la visita íntima, las salas de visita íntima siempre están vacías, igualmente las salas de visitas familiares, esto debido al exceso de requisitos que piden las autoridades del penal, los papeles para que una visita pueda entrar tienen que traerlos sólo el día que le toca visita a su familiar y esperar a que el Consejo Técnico Interdisciplinario apruebe su ingreso. Si la visita viene de lejos pierden su tiempo y se quedan llorando afuera y por falta de recursos ya no vuelven a venir y se pierde la relación con su familiar.
México tiene una Constitución política con casi 500 reformas; códigos penales con modificaciones, remiendos, cambios y reformas de sus artículos de cada gobierno que entra al poder, aumenta la penalidad de los delitos, sin otorgar ningún beneficio a los internos que tienen 40 años de edad y los sentencia a 40, 50, 60 o más años de prisión no vivirán para cumplir esas sentencias, pues se perdió el principio de que el delincuente debe ser readaptado para volver a su medio social y a la familia que dejó desamparada.
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LOS ARELLANO FÉLIX
Quiero dejar aclarado para la opinión pública algo sobre las mentiras que se han dicho de mi persona en el pasado por las diferentes autoridades y servidores públicos y prensa amarillista. No soy familiar de los Arellano Félix. Ya me careé con algunos de ellos ante el Ministerio Público y autoridades judiciales, jueces y magistrados, etcétera.
— Benjamín Arellano, padre de los Arellano Félix, era originario de Magdalena de Quino, Sonora; su hermana fue Presidenta Municipal de ese lugar.
— Doña Alicia Félix Zazueta, madre de los Arellano Félix, es originaria del estado de Durango y ambos, padre y madre, se vinieron a radicar a Culiacán, Sinaloa.
— Mi padre, Ramón Félix Sánchez, era originario de Guamúchil Salvador Alvarado, Sinaloa. Mi madre, Justina Gallardo Gastelum, era originaria del Aguapepe, en Sinaloa.
Cuando yo fui presentado y procesado en 1989, nadie conocía a los Arellano Félix, quienes se hicieron famosos a partir del escándalo del Cardenal Posadas Ocampo. En 1989 no existían los “cárteles”, después de lo de Posadas Ocampo se empezó a hablar de “cárteles” por las autoridades encargadas de combatir el delito. Si sabían de ellos es porque los protegían y agarraron sólo al que caía en desgracia, fue González Calderoni, quien, en su tiempo , repartió plaza.
FUENTE: GATOPARDO.COM
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