El señor Treviño era un conservador y comedido empresario regiomontano que preocupado por la falta de seguridad en Monterrey, había decidido mudarse con su familia a Puebla, a ese cómodo condominio horizontal de clase media acomodada, en el camino a Cholula. El señor Treviño cuyos negocios, decía, estaban en la ciudad de México, era un hombre educado con sus vecinos, que no hacía fiestas, no recibía demasiadas visitas y que pagaba con puntualidad los gastos comunes del condominio. En su cartera, el señor Treviño llevaba fotos de su familia, estampitas de la virgen y oraciones que demostraban que era un hombre creyente y temeroso de las leyes de Dios. Sólo había un pequeño problema, el señor Treviño era, en realidad, Benjamín Arellano Félix, el cerebro del cártel de Tijuana, el hombre que ideó y echó a andar una de las principales organizaciones del crimen organizado en México y en el mundo, cuya foto, junto a la de su hrmano Ramón estaba en la página del FBI, al lado de la de Osama Bin Laden, omo uno de los hombres más buscados en el mundo por la justicia estadunidense: era el jefe de un cártel, el de Tijuana, responsable de miles de muertes en todo el país y enfrentado en una lucha sin cuartel con sus competidores en todo el territorio nacional. Su cabeza tenía un precio en Estados Unidos: dos millones de dólares.
Si la forma en que llega el fin es también un destino, cada uno de los hombres del cártel de Tijuana acabaron su carrera como vivieron: Ismael Higuera, El mayel, responsable de los sicarios y las de las operaciones del cártel de Tijuana fue detenido alcoholizado y en una fiesta, acompañado por su novia colombiana. Jesús El Chuy Labra, el hombre que realizó toda la ingeniería de negocios del cártel de Tijuana, fue detenido mientras veía un juego colegial de fútbol americano donde competía su hijo. Ramón Arellano, el más violento de los hermanos, responsable de los comandos armados y de la seguridad del grupo, fue acribillado en una calle de Mazatlán mienras fraguaba la muerte de uno de sus enemigos. Benjamín Arellano fue detenido en su casa de Puebla sin disparar un solo tiro, cuando estaba acompañado por su esposa y sus hijos.
De los hombres que hace apenas tres, cuatro años conformaban el exitoso consejo de administración de los Arellano Félix no está vivo o en libertad ni uno sólo de ellos. Hacia 1997, el cártel de Tijuana funcionaba controlado por un consejo de administración en el que participan los hermanos Benjamín y Ramón, los jefes de la banda; Jesús El Chuy Labra; El Mayel Higuera; Amado Cruz, responsable de las relaciones en Colombia y enlace con los contactos en los cuerpos de seguridad; Manuel Aguirre Galindo, responsable de operaciones de lavado de dinero y de la asociación con los empresarios locales; José Humberto Ramírez Buñuelos, alias La Rana, uno de los principales gatilleros del grupo y Arturo Everardo El Kitty Páez, jefe de los llamados narcojuniors (sólo uno, responsable de operaciones de lavado de dinero, Amado Cruz, habría sido dejado en libertad unos días antes de la muerte de Ramón Arellano y la caída de su hermano Benjamín, en una decisión judicial que prácticamente no fue divulgada). Las caídas de Benjamín y Ramón fueron los últimos y más fuertes golpes que recibió el cártel de Tijuana. El viejo consejo de administración está desmantelado. Pero de allí a pensar que esta organización criminal está condenad a desaparecer existe una distancia demasiado amplia. El cártel de Tijuana, un cártel sin aliados, enfrentado con todos los demás competidores en este brutal negocio del narcotráfico, inició la batalla decisiva: la de su propia superviviencia. Así nacieron y así se desarrollaron. Así, probablemente, puede ser que acaben sus días. A sangre y fuego.
* * *
A pesar de la leyenda que los hace primos o sobrinos de quien fuera llamado el zar de la cocaína, Miguel Angel Félix Gallardo, involucrado en el asesinato del agente de la DEA, Enrique Camarena en 1985 y detenido por ese caso desde 1989, los Arellano Félix son hijos de Francisco Arellano Sánchez y Alicia Isabel Félix Azueta, son diez hijos de los cuales cuatro están involucrados en el cártel: Francisco Rafael, el único que está detenido, Benjamín, cabeza del grupo, Ramón, responsable de la seguridad y Francisco Javier. Otro hermano, Eduardo, más joven, médico cirujano de profesión, comenzó a participar más tarde en el cártel pero hoy podría ser el sucesor al frente del cártel. Según fuentes de la DEA, otro de los hermanos es sacerdote y reside en Roma, en el Vaticano.
Los Arellano no nacieron en Tijuana, sino en Sinaloa. Hace poco más de veinte años, vivían en Culiacán y, como otros comenzaron en el negocio de la droga con muchas menos ambiciones: se dedicaron al contrabando, donde contrabandeaban aparatos electrónicos y ropa para colocarlos en su vecindario, en un barrio llamado El Coloso, una suerte de Tepito en Culiacán. Allí conocieron a quienes serían en el futuro sus principales operadores y desde allí comenzaron a crecer y desarrollarse en la industria del narcotráfico, con una creciente presencia en la producción y venta de marihuana.
Allí en Culiacán, cuando se iniciaban en el negocio, Benjamín (a quien todos califican como un hombre brillante) conocieron a uno de los principales lugartenientes de Félix Gallardo, de nombre Javier Caro Payán, que se encargaba de la plaza de Tijuana para el zar de la cocaína. Caro Payán simpatizó con Benjamín y se lo llevó como su secretario a Tijuana, y tras Benjamín comenzaron a instalarse en esa plaza los demás hermanos.
Los investigadores de la PGR dicen que quien permitió la expansión de los Arellano Félix en Tijuana fue un lejano tío, Jesús El Chuy Labra, con muchos contactos en el mundo empresarial, del espectáculo y el deporte local, incluyendo al promotor de boxeo Angel Gutiérrez. De allí los contactos que tuvieron en el pasado los Arellano con figuras como el boxeador Julio César Chávez o el grupo Los Tucanes de Tijuana, sin duda los favoritos del cártel.
Si Benjamín es el cerebro del grupo y El Chuy Labra el principal y discreto operador, Ramón, es un hombre de acción. Pero, a pesar de ser considerado el más violento de todos los grupos del narcotráfico, los Arellano Félix fueron ganando primero el territorio en lo económico y mediante la corrupción y los negocios, las relaciones de hombres de dinero, de poder y de las fuerzas de seguridad. La violencia fue el componente con el que se impusieron a los demás competidores después de haberse quedado con una plaza, Tijuana, que, por lo menos en el papel, no les correspondía.
Fue la caída de Miguel Angel Félix Gallardo, en 1989, la que les dio la oportunidad para quedarse con el control de la plaza y de toda la región. Pero también el inicio de la guerra. Se asegura que, como ocurrió después de la muerte de Amado Carrillo Fuentes, ante la detención de Félix Gallardo, el más experto de los jefes del narcotráfico en libertad, Juan José Esparragoza Moreno El Azul, organizó una reunión con los principales capos en libertad y distribuyó una ciudad, una plaza, para cada uno de ellos. La de Tijuana le tocaba a quien era, por lo menos formalmente, el jefe de los Arellano en esa fecha: el doctor Caro Payán (familiar, ese sí, de los hermanos Caro Quintero). Pero, por la detención de Félix Gallardo, Caro Payán tuvo que salir un tiempo de Tijuana y refugiarse en Estados Unidos. Más tarde, fue delatado y detenido en Canadá. Fue la oportunidad que esperaban Benjamín, Labra y Ramón para tomar oficialmente el control de la plaza. Pasada su detención en Canadá, Caro Payán regresó a Tijuana, pensando en recuperar lo que consideraba que le correspondía. Un muchacho muy joven, se le acercó un día y le disparó en la cabeza. Murió en el acto y allí mismo comenzó la guerra entre los Arellano Félix y los distintos grupos que se identifican como los cárteles de Juárez y Sinaloa que son, en realidad, una amplia confederación que sigue manteniendo la distribución de plazas que en 1989 hizo Esparragoza Moreno.
Jesús Labra Avilés, fue el hombre que permitió el ingreso y el desarrollo de los Arellano Félix en la plaza de Tijuana. No era, como tampoco lo es Benjamín, un hombre de acción, no se relacionó personalmente con los actos de violencia sino con una constante labor de expansión del negocio, del establecimientos de lazos financieros, de corrupción o de complicidad con las principales familias de la ciudad y del estado, en la compra de protección y las difíciles, complejas tramas de lavado de dinero. El fue el verdadero cerebro del grupo, el operador que llevaba a cabo las estrategias que diseñaba Benjamín. Y hasta fines del 97 no figuraba en la mayoría de las listas sobre los integrantes del cártel ni, tampoco, tenía una orden de captura, que apenas fue emitida al año siguiente: sin embargo, nadie duda que durante años, el verdadero jefe de la plaza de Tijuana, fue el propio Chuy Labra.
Es verdad que los Arellano se han hecho famosos por su extrema crueldad y violencia pero Labra era la demostración de que su verdadero poder lo hicieron con base en complicidades y una eficiente utilización del dinero. Labra fue quien diseñó la estrategia de compra de protección a una escala nunca vista: según la DEA, la nómina semanal de los Arellano Félix para la compra de protección supera el millón de dólares. Pero lo grave, para este grupo, es que esa red comenzó a ser rota desde fuera. Y por allí cayeron Labra, Higuera, antes, El Kitty Páez y ahora el propio Benjamín Arellano.
La personalidad de Labra y su forma de operar se puso de manifiesto en su propia detención. Fuerzas de élite del Ejército aprehendieron a Labra el 11 de marzo del año 2000, en un estadio de fútbol americano, donde estaba viendo un juego en el que participaba su hijo, rodeado de padres de las mejores familias de Tijuana, en el campus de la preparatoria federal Lázaro Cárdenas. Cuando se vio cercado intentó correr, pero al ver que estaba rodeado se limitó a levantar los brazos y entregarse. Poco antes había caído y sido rápidamente condenado con un pena aparentemente benigna, otro de los hombres clave del cártel que presumiblemente trabajaba para Labra. Se trata de Amado Cruz Anguiano, que se encargaba de lavado de dinero y operaciones financieras. Sólo tuvo una condena de cuatro años de prisión que fue expedida un mes antes de la detención de Labra y aparentemente fu dejado en libertad a principios de febrero pasado.
Si Chuy Labra era el cerebro por debajo de los Arellano, el que llevaba a los hechos las estrategias de Benjamín, El Mayel Higuera era el principal operador, el más cercano a Ramón. La red de protección de Higuera era impresionante, porque ese paradigma de plata o plomo alcanzó con él los más altos niveles de eficiencia. Desde 1993 Higuera vivía en la colonia Colinas del Mar, en Ensenada, una ciudad en la que Higuera era, literalmente, el dueño. Allí vivían una hermana, algunos de sus hijos, una de sus parejas. A menos de 500 metros de la casa donde vivía El Mayel se ubica el rancho El Rodeo, que se hizo famoso en 1997 cuando fueron asesinadas por un comando 19 personas vinculadas con un narcotraficante de mediano nivel, Fermín Castro, independiente de los Arellano Félix, que sobrevivió a ese ataque, pero fue muerto dos semanas después, cuando convalecía en un hospital privado de Tijuana, supuestamente bajo vigilancia de fuerzas policiales locales. Si alguien antes de ese día de septiembre de 1997 tenía dudas sobre quién mandaba en Ensenada, luego de la masacre de El Rodeo las mismas se disiparon.
La importancia del Mayel, sin embargo, había crecido por un hecho previo: la caída de Everardo El Kitty Paéz, virtual jefe de los llamados narcojuniors, un joven proveniente de las mejores familias de Tijuana, casado con la hija de un prominente maquilador de la región, y responsable de encabezar uno de los fenómenos que explican el peso que los Arellano adquirieron en toda la zona: el involucramiento directo de los hijos de muchas de las familias emblemáticas de la entidad en el tráfico de drogas. Los narcojuniors cumplieron un papel clave en la consolidación de los Arellano, tanto que comenzaron a desafiar el poder de los propios hermanos y a buscar quedarse con el control de la organización criminal. Sin embargo, la detención de Páez, ahora extraditado y condenado a una larga pena en los Estados Unidos y los ajustes de cuentas internos en este grupo, terminaron destruyéndolos, privando a los Arellano de un brazo muy eficiente tanto en términos de influencia local, como de operación sobre todo en California.
La protección para Higuera no se explicaba sólo por la violencia. Cuentan reporteros locales que cuando Higuera llegó a Ensenada, la ciudad estaba hundida en una grave crisis por una serie de fraudes financieros que hicieron perder su ahorros a innumerables familias, además de los costos naturales de la crisis financiera que azotó al país en 94 y 95. Pero dos años después, la propia Cámara de Comercio local, en una expresión entre ingenua y cómplice, decía que la expansión económica que vivía Ensenada era “milagrosa”, con altas inversiones y fuertes corrientes migratorias. El autor del milagro era, en buena medida, El Mayel que estaba invirtiendo, vía lavado de dinero, enormes cantidades en la ciudad. Tanto que, desde entonces las policías preventiva y ministerial quedaron a su servicio. Y también la ciudad, donde crecieron en forma geométrica desde el tráfico de drogas hasta el de inmigrantes ilegales, los negocios de juego de todo tipo y los prostíbulos, con la característica de que la mayoría de éstos eran controlados por El Mayel y entregados a las autoridades policiales, militares y municipales para su administración y beneficio. También Ensenada se comenzó a convertir en un centro operativo para el tráfico de autos robados. Y con el tiempo, ya para 1998, El Mayel no sólo controlaba Ensenada, sino también buena parte de las ciudades y zonas rurales cercanas. Ensenada se convirtió, para la misma fecha, en un punto estratégico para el comercio y la relación de los Arellano Félix con Asia y las organizaciones delictivas japonesas y de Hong Kong, con la que ese grupo tuvo relación tanto en el tráfico de automóviles robados, como para el ingreso de migrantes ilegales de origen chino y en el envío de cocaína a cambio de heroína. Si a eso le sumamos la importancia creciente de El Mayel en la operación cotidiana del cártel y sus contactos con Colombia (él fue el encargado de establcer los contactos con las FARC) es comprensible el desconcierto y también el pánico que generó su detención casi simultánea con la de El Chuy Labra en los mandos del cártel. En buena medida, a partir de allí, las horas para los hermanos Arellano Félix comenzaron su cuenta regresiva.
Sin embargo, esa caída se demoró porque la red de protección de estos hombres era mucho más profunda de lo que se cree. No sólo hay que tener en cuenta las autoridades, los policías, los encargados de áreas de seguridad localizados en esa región, sino a grupos sociales, políticos y económicos, de poder real que de una u otra forma los han encubierto o, por lo menos han ignorado sus actividades. ¿Qué mejor demostración de ello que el sacerdote, Gerardo Montaño Rubio, responsable del seminario del Río, que falsificó y adulteró los libros de bautizos de su parroquia para darle a los hermanos una coartada que demostrara que al momento de la muerte del cardenal Juan José Posadas Ocampo, ambos estaban en un bautizo en Tijuana , fungiendo Benjamín nada menos que como padrino de un niño y no en el tiroteo de Guadalajara?. Se trató del mismo sacerdote que, meses después, llevó a los Arellano Félix a la nunciatura apostólica para que se entrevistaran, en dos oportunidades, en diciembre de 1993 y enero de 1994, con Girolamo Prigione, ocasiones en las cuales el gobierno federal, avisado previamente, decidió no detenerlos “para que no hubiera violencia”. Por cierto, ese sacerdote jamás ha sido detenido, ni siquiera interrogado por las autoridades, vivió en un convento de Sacramento, California, protegido, a pesar de todo, por los propios hombres de la Iglesia. Hoy vive nuevamente en Baja California, casualmente en Ensenada donde dirige la iglesia de San José Obrero, la más grande del estado, apoyado plenamente por el obispo de Tijuana, Rafael Romo. Hasta ahí y aún más allá, llegaba, llega, la red de protección de estos grupos.
Pero la lógica es de plata o plomo. Por eso, según una investigación del periodista Jesús Blancornelas, los Arellano habrían comenzado desde el inicio del 2001 una operación de exterminio entre sus propias filas de todos los posibles personajes que no serían de plena confianza del grupo y que pudieran dar pistas para llegar a ellos, al mismo tiempo que estaban reconstruyendo su organización. El encargado de esa labor de exterminio interno hasta el momento de su detención, el 30 de marzo del 2001, fue José Humberto Ramírez Bañuelos La Rana y sin duda, uno de sus más temibles operadores.
Pero algo sucedió. Jorge Humberto Rodríguez Bañuelos había sido detenido el 30 de marzo del 2001 en Tijuana, en un tiroteo, y sobre él pesaban denuncias por portación de armas, drogas y homicidio, pero las autoridades pensaban que se trataba de Carlos Durán Montoya, un oscuro gatillero del cártel de los Arellano Félix y sí había ingresado al reclusorio de Tijuana; nunca se ha sabido a ciencia cierta cómo las autoridades descubrieron que Durán Montoya era nada menos que La Rana, el principal sicario de los Arellano Félix, responsable durante años de la seguridad personal de los jefes del cártel de Tijuana.
No se trataba de un personaje menor en el narcotráfico en México. Desde que literalmente rescató a los hermanos Benjamín y Ramón Arellano Félix, de la emboscada que les había tendido Joaquín El Chapo Guzmán en la discoteca Christine en Puerto Vallarta, en 1993, Rodríguez Bañuelos avanzó velozmente en el escalafón del cártel de Tijuana. No sólo comenzó a encargarse de la seguridad personal de los hermanos, hasta entonces era sólo uno más de ese equipo, sino también de la mayoría de los más importantes ajustes de cuentas, particularmente en Baja California, Jalisco y Sinaloa. Sólo en Jalisco, tiene unas quince órdenes de aprehensión acusado de distintos homicidios, incluyendo su participación en el del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo.
No sabían de esa detención las autoridades pero tampoco los Arellano Félix que pensaban que su lugarteniente andaba desaparecido, según nos han confirmado fuentes de la PGR. La Rana estaba irreconocible: se había hecho cirugía facial, liposucción, había perdido 40 kilos, se había injertado cabello y tenía otra identidad. Detenido en el penal de Tijuana, siempre insistió en que su nombre era Duran y a pesar de que allí estaban detenidos hombres que habían pertenecido a su propio grupo, nadie lo identificó. ¿Por qué Rodríguez Bañuelos no hizo llegar el recado de que estaba detenido a sus jefes?. Seguramente por varias razones, pero una, la principal, es que los Arellano lo habían estado utilizando para deshacerse de su entorno, de sus lugartenientes. Luego de las detenciones de Chuy Labra y El mayel, los Arellano comprendieron que en sus propios colaboradores cercanos estaban sus principales peligros y comenzaron, con la operación de La Rana , a deshacerse tanto de sus adversarios de otros cárteles que les incomodaban como de los hombres y mujeres que tenían información que podría contribuir a su identificación y ubicación. Y Rodríguez Bañuelos seguramente sabía que si se rebelaba que estaba detenido esa sería también, muy probablemente, su suerte.
A partir de ese dato se podían deducir varias cosas: primero, que los Arellano Félix habían decidido realizar un cambio drástico de estructuras, aliados y asociados para tratar de preservar sus redes y su integridad, partiendo de un renovado equipo para la operación, para la introducción de drogas a México y Estados Unidos, y también de sus grupos armados y de protección. Esos equipos ya están funcionando desde más de un año atrás y no se detendrán por la caída de Ramón y Benjamín. Segundo, que ya estaban pensando seriamente en la posibilidad de que podían ser traicionados por sus propios lugartenientes: y todo indica que algo así sucedió con Benjamín y posiblemente también con Ramón en Mazatlán.
* * *
La pregunta es obvia, ¿por qué los Arellano se habían convertido en el objetivo número uno de la guerra contra el narcotráfico, cuando durante más de 10 años, no habían sentido, salvo casos esporádicos, la verdadera presión de las autoridades?. Porque los Arellano Félix se habían convertido en uno de los mayores desafíos para la seguridad nacional. Primero, porque participaron activamente en el proceso de desestabilización política registrado en 1994: no sólo por su participación, que aún no termina de quedar en claro cómo se dio y porqué, en torno al asesinato del cardenal Juan José Posadas Ocampo en Guadalajara, en mayo de 1993, sino también por lo ocurrido en el propio asesinato de Luis Donaldo Colosio: son muchas las voces que se han preguntado porqué, hasta el último periodo de las investigaciones y en forma notable durante la gestión del exfiscal especial para el caso Colosio, Pablo Chapa Bezanilla, porqué, insistimos, nunca se quiso investigar la vertiente del narcotráfico en los hechos de Lomas Taurinas en marzo del 94.
Segundo, porque desafiaron abiertamente al Estado: cuando el ex presidente Zedillo fue a Tijuana a afirmar que se enfrentaría al crimen organizado, los Arellano contestaron con una ola de asesinatos. Lo mismo ocurrió a partir de diciembre del 2000 cuando el presidente Fox les declaró la guerra. Pero también porque los Arellano Félix en su internacionalización dieron un paso que en el pasado, los cárteles mexicanos se habían negado a dar: su asociación con la principal organización armada de América Latina: las FARC.
El lunes 26 de marzo del 2001, el encargado de la Fiscalía Especializada de Atención a Delitos contra la Salud, José Luis Santiago Vasconcelos, ahora responsable de la Unidad Especializada en la Lucha contra la Delincuencia Organizada (UEDO), nos confirmó que existía algo más que un intento de relación entre el cártel de Tijuana y las guerrillas de las FARC. Luego de una exhaustiva investigación que concluyó con la detención de seis miembros de una célula de los Arellano Félix que controlaba los mercados de la ciudad de México y Guadalajara, se confirmó que entre las FARC y el cártel de Tijuana se había llegado ya a acuerdos concretos y que los Arellano ya habían enviado dinero a Colombia mientras que la guerrilla colombiana hizo llegar a México, antes de estas detenciones, un primer y “pequeño” cargamento de 800 kilogramos de cocaína pura que fueron recibidas por los Arellano.
En este sentido, la detención de Rigoberto Yánez Guerrero, alias El Primo, que tenía esa relación familiar con Ismael Higuera El Mayel, es clave para desmantelar todo este tinglado. El Mayel fue uno de los principales operadores del cártel de Tijuana y fue quien había establecido los contactos con las FARC a través de Carlos Charry García, que trabajaba para el responsable militar de esa organización, Jorge Briceño, apodado El Mono Jojoy. Según las pláticas que sobre este tema mantuvimos con José Luis Santiago Vasconcelos, éste nos confirmó que las FARC y los Arellano Félix habían ya intercambiado delegados, rutas y que se había enviado una primera remesa de dinero y que se entregaron en México un cargamento de 800 kilos de cocaína pura vía Manzanillo. La caída de Charry y de los otros operadores detuvieron esas operaciones y según la fiscalía antidrogas, Rigoberto Yánez ya había comenzado a establecer nuevas relaciones con otros narcotraficantes colombianos para restablecer los envíos de cocaína a México.
Por otra parte, algunas de las detenciones y las investigaciones que de ella se derivan habrían confirmado no sólo los sólidos lazos de los Arellano hacia el sur del continente, sino también en Estados Unidos. Por cierto, esta investigación habría tenido, según nos confirmó Santiago Vasconcelos, la colaboración de las fuerzas de seguridad estadounidenses en término de información e inteligencia. Recordemos que, el gobierno de Estados Unidos le declaró “la guerra” a los Arellano en su propio territorio, donde se ha demostrado que ese cártel está firmemente asentado en buena parte de California, incluso con una producción intensiva de grandes extensiones para la siembra, cosecha y distribución de marihuana.
Esto confirmó la existencia de una red de tráfico de cocaína que surge de las zonas controladas por la guerrilla colombiana en ese país, droga que sale por avión pero sobre todo por barco (porque las guerrillas cada vez más aliadas, o convertidas en narcotraficantes, controlan también litorales) hacia el Pacífico, donde llegan a México por diferentes caminos: una parte se queda en Guatemala, cerca de la frontera con Chiapas e ingresa por tierra a nuestro país. Otra sube hasta Michoacán o sobre todo hasta Colima, de donde es trasladada por tierra hacia la frontera norte. Mucha entra a Estados Unidos por tierra pero también, como pudimos investigarlo en toda la zona del llamado triángulo de oro, donde confluyen los estados de Sinaloa, Durango y Chihuahua, o en Sonora, allí se utilizan avionetas para pegar literalmente saltos en la frontera, con vuelos muy cortos, a muy baja altura, imposibles de detectar por radar en zonas de baja densidad demográfica. Las armas y el dinero regresan por vías similares pero haciendo el recorrido inverso. Ese era el territorio de los Arellano: el territorio y las redes que ahora están en disputa.
La red de los Arellano Félix penetraban profundamente en California. Las imágenes las mostró a principios del 2001 una serie de reportajes del programa 60 minutos de la cadena CBS. Enormes extensiones de praderas y bosques californianos inundados de sembradíos de marihuana, sólo comparables a los que se pueden ver en ciertas zonas de Sinaloa. La diferencia es que son plantíos mayores, mejor cuidados, con técnicas más sofisticadas, en territorios mucho más accesibles y que producen una droga de mayor calidad. Lo que no es diferente es quienes los siembran, cuidan y cosechan: son campesinos mexicanos que con su sola presencia vuelven a confirmar algo que es un secretos a voces: que el narcotráfico y el tráfico de gente tienen, cada vez más lazos que los unen. El pago es el normal, según investigaron los reporteros de CBS: unos 500 dólares mensuales y los campesinos, indocumentados que una vez cruzada la frontera son llevados hasta esos predios, sabiendo a qué van pero no el lugar, se quedan en tiendas de campaña hasta completar el ciclo completo de la cosecha, unos cuatro meses. No tienen privaciones, viven en tiendas de campaña bien aprovisionadas y con muchas comodidades (mayores sin duda que la de la mayoría de los campesinos que se encargan de esas mismas labores cuidando y sembrando marihuana y amapola en la sierra mexicana).
Los sembradíos no están muy escondidos en California: se encuentran, por ejemplo, en los parques nacionales y según sus propias cifras, las granjas en las que se produce marihuana suelen tener unas 60 mil plantas cada una en promedio. Según autoridades estadounidenses debe haber sembradas unas 800 mil plantas, desarrolladas genéticamente para lograr una mayor producción y potencia en la droga, sólo en California. El kilo de esa marihuana se vende en 8 mil dólares en el mercado local. Las ganancias que están proporcionando esos cárteles a sus impulsores es de aproximadamente 10 mil millones de dólares al año. Y buena parte de esas redes las controlaban los Arellano.
Según las mismas investigaciones estadounidenses, a partir de un tiroteo que se registró en uno de esos sembradíos fueron detenidos medio centenar de operadores del cártel de California, varios de ellos relacionados de antaño con los Arellano Félix. Las propias autoridades estadounidenses consideran que ningún otro grupo tiene el conocimiento y la capacidad para operar un sistema tan complejo y extenso de producción y distribución de este tipo de droga como los Arellano Félix. Evidentemente, en este caso se trataría de una suerte de join venture, una empresa de responsabilidad compartida entre los Arellano y figuras locales que, como siempre, las autoridades estadounidenses no identifican.
* * *
Pero esa no es la única red de distribución asociada que tienen los Arellano Félix en Estados Unidos, también está la de las metanfetaminas, asociada, entre otras, con los hermanos Amézcua. El lunes 1 de junio de 1998, en la ciudad de México fue arrestado un personaje muy singular: al verlo nadie podría pensar que se trataba de un importante narcotraficante, es más, al momento de la detención este hombre dijo ser sacerdote. Asombrados, los hombres de la fiscalía antidrogas que entonces encabezaba Mariano Herrán Salvati, le preguntaron a qué orden o religión pertenecía. El detenido afirmó ser santero.
Decía la verdad: José de Jesús Amézcua Contreras era un reconocido sacerdote del culto santero, tanto que al momento de su detención llegaba del mercado de Sonora, con los materiales necesarios para el ejercicio de su culto. El problema era que Amézcua también era, es, reconocido como un importante narcotraficante y las autoridades lo acusaban de ser la cabeza del llamado cártel de Colima, de donde él y sus hermanos, Luis y Adán, son originarios, acusándolos de ser los “Reyes de las metanfetaminas”, las drogas sintéticas que, desde hace varios años hacen furor entre la juventud estadounidense, europea y, también, entre buena parte de los jóvenes de nuestro país.
José de Jesús Amézcua está acusado de numerosos delitos en Estados Unidos. En 1995, las autoridades de ese país dijeron haber desmantelado 419 laboratorios para la producción de drogas sintéticas, más de uno por día, pertenecientes, supuestamente a la organización que este hombre encabezaba, asociado al cártel de Tijuana. Y de acuerdo a la información que ha proporcionado la DEA contra este grupo, entre 1992 y 1997, les fueron decomisadas en Estados Unidos más de cinco toneladas de efedrina pura, el material base con el que se producen las metanfetaminas y las distintas drogas sintéticas. No es, según la información de los estadounidenses, un negocio menor, sobre todo si se toma en cuenta que el precio de la libra de metanfetaminas en los mercados de Los Angeles y San Francisco, según las mismas fuentes, oscila entre los 10 mil y los 6 mil 500 dólares, mientras que el gramo puede llegar a venderse, de acuerdo a su pureza, hasta en 150 dólares. La efedrina pura se vende a 50 mil dólares el kilo.
Las fuentes estadounidenses, que tienen mucha mayor información y pruebas contra los Amézcua que la justicia mexicana, dicen que estos hermanos, asociados con los Arellano Félix tejieron una vasta red de producción y distribución de este tipo de drogas a ambos lados de la frontera. Según estas mismas fuentes, los Arellano funcionan como socios e introductores de las drogas producidas por los Amézcua y a su vez, ambos explotaban conjuntamente los laboratorios localizados en el sur de California. También existiría una relación familiar entre ambos, la esposa de Luis Amézcua sería la hija de uno de los principales hombres del “consejo de administración” de los Arellano y una de sus hermanas, Patricia Amézcua, estaría casada con Jaime Ladino, un miembro del cártel de Tijuana que está detenido en el reclusorio Oriente, a la espera, también, de su extradición a los Estados Unidos. Más aún, conociendo la dureza, incluso ferocidad de los Arellano Félix con sus competidores, sobre todo en Baja California, sería casi inconcebible que un grupo autónomo, que incluso no parece contar con una rama de hombres armados como los Arellano u otros grupos, pudiera realizar un comercio de drogas de esa magnitud en esa parte de la frontera sin ser molestados.
Pero el centro operativo de estos cárteles no está en Baja California, ni en Colima, ni en Michoacán, donde tienen numerosos laboratorios, sino en el Distrito Federal y no desde hace poco. Según información procedente también de Estados Unidos, sólo entre 1993 y 1994, la etapa de consolidación de estos grupos, entraron a la ciudad de México 170 toneladas de efedrina pura, suficientes para producir 136 toneladas de metanfetaminas y para abastecer a 12 millones de adictos con una dosis diaria durante años. La investigación que permitió descubrir ese embarque (con el que los estadounidenses ligaban a los Amézcua y a los Arellano) comenzó en 1994 cuando oficiales aduanales del aeropuerto de Dallas descubrieron 3.5 toneladas de efedrina en un vuelo comercial que iba de Suiza a México y que fue desviado a Dallas, supuestamente, por mal tiempo.
En aquella ocasión, noviembre del 97, la red de los Amézcua operaba desde Tijuana, utilizando vehículos arreglados, con compartimientos especiales para pasar la droga. La efedrina llegaba entonces de Guadalajara, pero con el tiempo, además de Manzanillo y Colima, una de las principales plazas de operación para el cártel de los Amézcua fue el Distrito Federal. Pero la efedrina que manejan los Amézcua no proviene de México: la obtienen, sobre todo de Tailandia y la India, de donde comienza un largo recorrido para llegar a México. Otra de las principales plazas de envío hacia México de efedrina es la República Checa. Pero también, cuando tienen problemas de abastecimiento, se aprovisionaban de pastillas antigripales, con alto contenido de efedrina, como el medicamento llamado Sudafed, que son “lavados”, para obtener de allí la droga base. Pero, desde entonces, Adán aseguraba que los principales laboratorios no estaban en México sino en los Estados Unidos, particularmente en California, en la zona de Riverside.
Esa es, sólo, una parte de las redes que construyeron desde los años 80 los Arellano Félix dentro y fuera de México. Pensar que las mismas se desarticularán automáticamente por la muerte de sus líderes, es por lo menos ingenuo. Pero creer que no habrá una guerra terrible para tratarse de quedarse con ellas, sería absurdo.
FUENTE: WWW.MEXICOCONFIDENCIAL.COM